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¡CÁSATE CONMIGO! Tendrás a mi bebé. romance Capítulo 92

Capítulo noventa y dos: ¿Quién es Natalia Gyros?

"Narra Sofía Galanis"

Por lo que decía el artículo, se trataba de una tal Natalia Gyros.

Me estremecí. Deseé limpiar el mensaje del espejo y tirar la revista a la basura sin leerla.

Me aparté de la foto como si quemara, pero al final no me pude resistir y leí lo que ponía en ella. Se trataba de un reportaje sobre la famosa heredera griega y acompañante del magnate griego Apolo Galanis. Tenía treinta y dos años y decía que nunca se casaría porque amaba su libertad y no podía soportar a los niños. Detrás, había una foto de los dos frente a la fachada de un distinguido edificio, con ella pegándose a Apolo como una serpiente cascabel.

Oí un ruido a mis espaldas. Sorprendida, me volví y vi a una joven del personal del hotel en la puerta, mirando lo que había escrito en el espejo. Empezó a hablar en griego como disculpándose. Al parecer, temía que le echaran la culpa a ella del mensaje. Se acercó y limpió el espejo con una toalla.

Traté de tranquilizarla con unas palabras en mi griego básico y me metí en el baño. ¿Por qué me sentiría tan mal? Cuando la doncella se llevó la revista, suspiré. Así que la tal Natalia tenía gente trabajando para ella en el hotel de mi marido. Alguien del personal de servicio debía de haber dejado el mensaje y la revista…

No salí del hotel en todo el día y cuando mi marido llamó solo pude responder a sus preguntas con monosílabos.

—¿Está todo bien, querida esposa? —terminó por preguntar eventualmente—. ¿Pasa algo? ¿La bebé…?

—Estamos bien, Apolo —le interrumpí con un suspiro—. No tienes nada de qué preocuparte.

—No olvides cenar y no me esperes despierta. Necesitas descansar —le escuché soltar aire como si mi respuesta le hubiera dado alivio—. Voy a demorar un poco para cerrar este negocio hoy.

—Está bien.

No esperé más palabras de su parte y simplemente colgué. Tampoco es que mi marido fuera un hombre de despedidas románticas ni mucho menos. Así que nos ahorré a ambos un

a secas.

Esa noche fue muy fría, a pesar de estar en pleno verano y me entretuve durante un tiempo mirando algún concierto de música clásica en la televisión mientras tomaba una taza de té caliente.

A la mañana siguiente me levanté temprano.

No había dormido muy bien y sentía unas leves náuseas. ¡Genial! Y yo que ya estaba tocando bombos y platillos porque habían desaparecido.

Me levanté de la cama y abrí los ventanales que daban al mar para dejar pasar la agradable brisa.

Apolo seguía dormido y ya eran las ocho, señal de que no tenía prisa en ir atender sus negocios esta mañana. Así que me metí en el baño mientras recordaba lo de la nota y el reportaje.

Ayer me había pasado el día en shock tratando de asimilar la noticia y ahora que lo había hecho, no sabía qué hacer al respecto. Apolo me había dicho que me amaba, yo le creía y por el bien de nuestro matrimonio… tenía que darle un voto de fe.

Sí, eso era lo que haría. Total, la prensa se la pasaba haciendo conjeturas todo el tiempo sin saber la verdad o no. Probablemente el reportaje viniera de alguna revista barata de chismes. ¿Y quién era esa tal Natalia? A fin de cuentas mi marido nunca la había mencionado.

Cuando terminé, salí del baño y empecé a secarme delante del espejo mientras seguía pensando en todo aquello. No dejaría que me arruinaran este maravilloso viaje.

—Tengo una queja. ¿Dónde estabas cuando me desperté?

Di un respingo y me di la vuelta. Apolo estaba en la puerta del cuarto de baño, sonriendo.

—Apolo...

—He pedido el desayuno..., para más tarde —dijo él acercándose y tomándome entre sus brazos—. Duchémonos juntos mientras me cuentas en qué estabas pensando. Y será mejor que fuera en mí, querida esposa.

—¿En quién si no?

Tan pronto como él hubiese salido, me levanté y extendí de nuevo el recorte de prensa delante de mí. Vi que las dos fotos eran contiguas. La de la piscina y otra que habían tomado de nosotros saliendo de este mismo yate.

Me sentí mal. Debajo de la foto de la piscina, el pie de foto confirmaba mis sospechas de que había sido tomada después de la otra.

"A Natalia Gyros y a Apolo Galanis cada vez les resulta más difícil esconder su romance. ¿Qué significa esto? ¿Acaso el señor Galanis piensa divorciarse de su esposa embarazada?"

Eso debió de ser el día siguiente de llegar a Atenas, cuando él había desaparecido y yo había decidido recorrer Atenas sola. ¿Cuándo si no?

Mientras recogía todo y lo guardaba otra vez se me ocurrió entonces otra pregunta. ¿Quién me había metido ese sobre en el bolso? Seguramente la misma persona que me había dejado el mensaje y la revista en el cuarto de baño del hotel. Lo cierto era que la identidad de la cómplice de Natalia Gyros me parecía poco importante. Porque tenía que ser Natalia Gyros quien me estaba haciendo eso, ¿no?

—Sofia...

Me volví lentamente. Apolo había cerrado la puerta.

—¿Qué te pasa? —me preguntó él.

—¿Perdona?

—No me puedes tratar como si yo fuera el hombre invisible. Desde ayer estás rara y apenas hablas. Te he dado todo lo que has querido. ¡Pensé que estábamos bien! No sé qué rayos te sucede.

Me estremecí y apreté los dientes. Traté de no hacerlo, de fingir que no me importaba, pero ya no podía resistirme.

—¿Quién es Natalia Gyros, Apolo? —pregunté entonces—. ¿Y por qué la prensa la relaciona contigo?

*****Comenzamos el mes caliente y ni se imaginan lo que está por venir. No digo más. Un beso y hasta mañana.******

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