Capítulo noventa y tres: Estás celosa
"Narra Sofía Galanis"
—¿Natalia? —mi marido pareció realmente confundido—. ¿Qué tiene ella que ver en todo esto?
—Solo responde mi pregunta, Apolo —exigí—. Por favor.
—Natalia es la hija de Leonidas Gyros, amigo de la familia y probablemente socios de la empresa.
—Viniste a Atenas a verla —concluí—. Has estado con ella.
—He estado con ambos y con un grupo de abogados, llegando a un acuerdo para la creación de una nueva sociedad —siguió explicando de mala gana. Era evidente que no le gustaba dar explicaciones, ni siquiera a mí—. Los Gyros son dueños de la cadena de hoteles más amplia de Grecia y yo les quiero comprar unos cuantos, a cambio ellos me piden que les diseñe otros nuevos. Estoy en negociaciones con ellos desde que llegamos a Atenas, sí, si a eso es a lo que te refieres. ¿Algo más que quieras saber, querida esposa?
Ahora sonaba mosqueado.
—Sí —no me dejé intimidar por sus imponente posición—. ¿Hay algo más entre ustedes? ¿Por qué la prensa los relaciona de manera romántica?
—¡Y yo qué voy a saber! —empezó a recorrer la habitación, casa vez más cabreado—. La prensa siempre anda inventando chismes sobre las gente importante y famosa. Eso no lo hace real. Casi nunca lo es.
—Pues por ahí dicen que cuando el río suena es porque agua lleva... Y hay fotos en las que están bastante cerca...
—Dime una cosa, Sofía —me interrumpió—. ¿Acaso te he dado yo motivos para que desconfíes de mí?
Se acercó a mí de manera amenazante, con la mandíbula apretada y las facciones de su rostro tensas. Todo él estaba en tensión.
—No, yo…
—¡Dios mío! —su cara de suavizó de pronto e incluso las comisuras de sus labios se curvaron ligeramente, asomando un inicio de sonrisa—. Ahora lo entiendo todo. ¡Estás celosa!
—¿Yo? —me señalé a mí misma mientras bufaba, haciéndome la tonta. ¡Demonios, sí que estaba celosa! Sin embargo, no estaba dispuesta a reconocerlo. Con eso solo obtendría burlas de parte de mi esposo—. ¡No seas ridículo! ¿Por qué habría yo de estar celosa?
—Eso mismo me pregunto yo —atrapó mi cintura entre sus manos y me atrajo hacia él de un tirón—. Si yo solo te deseo a ti, querida esposa.
—Suéltame —le exigí con muy poco convencimiento. Ni siquiera hacía el intento de forcejear.
—No lo voy a hacer, mi querida esposa.
Entonces bajó la cabeza y me besó con fuerza. Yo no tuve tiempo de defenderme y, de repente, me encontré devolviéndole el beso con la misma intensidad.
Poco después, él se separó y dijo:
—Eres mía...
—Está bien...
—Aunque después recapacito y caigo en cuenta de que estás embarazada y de qué las hormonas pueden tomar el control de tu voluntad con facilidad —siguió hablando de carretilla—. No es como si tú no me importaras. ¡Eres mi esposa! ¡La madre de mi hija!
Esperó luego un momento como si pensara que eso provocaría alguna respuesta en mí y luego abandonó la habitación, no sin antes avisarme que en media hora saldríamos hacia la fiesta.
Me quedé mirando las braguitas caídas en el suelo. No estaba sorprendida por el sexo salvaje que habíamos compartido. Yo lo había deseado.
¿Y Apolo? A él se le daba muy bien eso de dar órdenes, conversar, pero cuando la cosa se ponía seria, él era como un niño de cuna. Así que poseerme como si fuera un Neanderthal había sido una vía de escape necesaria.
Me fui hasta el baño y decidí darme un rápido baño antes de arreglarme. A ver si el agua tibia me aclaraba las ideas. Veinte minutos después estaba más recompuesta y dispuesta a enfrentarme a la tal Natalia Gyros en la mentada fiesta. No me importaba si los rumores de la prensa eran infundados o no, yo le dejaría a esa mujer claro que Apolo tenía dueña, solo por si acaso.
Un helicóptero vino a buscarnos y esta vez, son sentir los malestares de mi primer viaje en helicóptero, sí disfruté de las vistas. Atenas era una ciudad preciosa, pero vista desde las alturas no tenía comparación.
Aterrizamos en la azotea del mismo edificio en el que se celebraría la fiesta y en cuanto entramos al salón, una lluvia de gente fue hasta nosotros para saludarnos. Al parecer todo el mundo quería congraciarse con mi marido.
Mientras esperábamos a los anfitriones (la familia Gyros) agradecí la presencia de otra gente, ya que necesitaba tiempo para controlar mis emociones alteradas. Pero entonces todo se descontroló… porque Natalia Gyros no sería la única mujer de la que tendría que defenderme hoy.
Creta estaba en la fiesta y por la mirada que me dio cuando nadie reparaba en ella, me dio a entender que no había cambiado nada, que seguía odiándose y que… estaba dispuesta a hacer de todo para darme problemas aquella noche y así tratar de sacarme del camino
*****Hay otro capítulo para hoy. Estoy trabajando en ello y el un rato lo subiré. Un beso.*****

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