—Fabiola, aquí en Costa Esmeralda todo funciona por conexiones y favores, no hay de otra… —El profesor le alcanzó unas hojas de papel—. Ya no llores, si de plano no se puede, puedes intentar el examen de ingreso a la maestría aquí mismo, también es bueno, tendrás más oportunidades después.
—Ya no habrá otra oportunidad… Este año los lugares para estudiar en el extranjero y los tutores de universidades de prestigio son imposibles de conseguir, usted lo sabe mejor que nadie… —Fabiola forzó una sonrisa, sin fuerza siquiera para sostenerse.
Era la única vez que podría brillar en un escenario internacional.
Qué lástima, todo se había venido abajo.
El profesor suspiró.
—¿Te acuerdas de Benjamín, el que te hacía bullying en primer año y lo mandaron al extranjero? Pues Ximena es su prima, son familia, ¿entiendes? Aunque el lugar todavía no está definido, la verdad… no tienes cómo competir contra ellos.
Lo dijo con mucha delicadeza, pero dejó claro que Ximena tenía el respaldo de una familia poderosa.
—Te lo voy a decir con sinceridad, todo esto fue cosa de Sebastián, del Grupo Benítez. Él fue personalmente con el director.
Fabiola se quedó paralizada, temblando de la cabeza a los pies.
¡Sebastián! El mismo Sebastián que fue a ver al director para quitarle su lugar y dárselo a la prima de Martina.
Sacó el celular con los dedos temblorosos. Por un momento, la llenó una oleada de rabia y decepción tan fuerte que casi no podía respirar.
Al salir de la oficina, Fabiola se apoyó en la pared, sintiendo que las piernas le fallaban. Aguantando las ganas de colapsar, marcó el número de Sebastián.
¡Él sabía lo importante que era ese lugar para ella!
Cuatro años juntos y le había contado mil veces lo mucho que significaba esa oportunidad de estudiar en Italia… Era única, porque el profesor Eduardo, su maestro favorito, solo aceptaba alumnos una vez más.
Y este año, Eduardo despediría a su última generación.
...
—¿Todavía tienes cara para llamarme? ¿Fabiola, ya te crees mucho o qué? —Sebastián contestó molesto—. ¿Dónde estás? Voy por ti.
Solo esta vez.
Solo una vez, por favor…
—Ya entendí. Voy a hablar otra vez con la escuela. Pero antes de las ocho tienes que estar de regreso, necesito verte en el departamento.
Sebastián lanzó la amenaza y colgó sin esperar respuesta.
Fabiola se limpió las lágrimas y, apenas pudiendo respirar, salió corriendo escaleras abajo.
¿Sería verdad que Sebastián le devolvería el lugar?
Si ella se portaba bien, si hacía todo lo que él pedía, ¿cumpliría su palabra?
De verdad, necesitaba tanto ese lugar.

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