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Florecer en Cenizas romance Capítulo 25

Sebastián también sabía perfectamente que Fabiola no podía soportar más golpes.

Cuatro años atrás, Fabiola ya había mostrado tendencias a autolesionarse y hasta intentos de quitarse la vida. Si esta vez la presionaban otra vez… era muy probable que su situación empeorara.

En el fondo, él estaba consciente de todo.

Pero simplemente no le importaba.

Tal como aquel día: Sebastián, solo para contentar a Martina, la llamó para que fuera, aun sabiendo que Benjamín y Renata estaban ahí… como si quisiera verla sufrir.

—Descansa un poco —dijo Sebastián, sabiendo que pronto se definiría el cupo para estudiar en el extranjero, y tenía que hablar de inmediato con Martina.

Fabiola, agotada, se dejó caer contra la pared.

Solo le quedaba esperar la respuesta de Sebastián.

...

Sebastián condujo su carro hasta la casa de la familia Gallegos.

Aparcó frente a la mansión, pero no bajó enseguida. Dudaba. Le había prometido a Martina que ayudaría a su prima a conseguir esa oportunidad, y ese mismo día ya le había dicho que el cupo era para ella. Si ahora cambiaba de decisión…

Martina seguro sospecharía algo entre él y Fabiola.

Sebastián se recargó en el asiento, sintiendo el peso en la cabeza. Por un lado estaba Fabiola, por el otro, Martina.

Le resultaba imposible decidir.

Si lo pensaba bien, Fabiola siempre era más sumisa, más fácil de calmar.

Sebastián había considerado compensar más a Fabiola, pero al ver en qué estado estaba ella ese día, algo lo hizo sentir intranquilo.

Tras un largo silencio, Sebastián terminó llamando a Martina.

—¿Bueno? Martina, ¿ya estás dormida?

En el segundo piso de la casa Gallegos.

Martina estaba junto a la ventana y alcanzó a ver el carro de Sebastián.

Frunció el ceño, fingiendo voz somnolienta.

—Mmm… ya casi me quedo dormida, hoy estoy cansada.

—Martina… —Sebastián intentó decir algo.

Martina, como si adivinara sus intenciones, lo interrumpió adrede.

—Sebastián… tengo miedo. Hace rato tuve una pesadilla, soñé que William me pegaba… Esos cuatro años en Nueva Córdoba, no hubo ni un solo día en que no pensara en ti…

...

En el departamento.

Fabiola no pudo dormir en toda la noche. Se quedó sentada en el sofá, esperando una llamada de Sebastián.

Pero el teléfono nunca sonó.

Hasta las diez de la mañana del día siguiente, Sebastián por fin llamó.

Fabiola contestó deprisa, con la voz tan ronca que apenas se le entendía.

—Sebastián…

—Fabiola, discúlpame… El cupo, déjaselo a Ximena. Pide lo que quieras a cambio.

Habló con ese tono de quien da órdenes desde arriba, como si le estuviera haciendo un favor a Fabiola.

El cuerpo de Fabiola se puso rígido y, poco a poco, comenzó a temblar.

Al final, Sebastián decidió sacrificarla para ver sonreír a su verdadero amor.

Así que su vida… ni siquiera valía lo que una sonrisa de Martina.

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