El que lideraba el grupo observó el video donde Héctor aparecía.
—Señor, dijo que ya se encargó de la niña.
Héctor mostró una sonrisa satisfecha con esa respuesta.
—Despáchalo.
Ahora que la verdadera Karla estaba muerta, podía dormir tranquilo. Solo necesitaba eliminar a ese último testigo y nadie descubriría jamás que él había matado a los papás de Karla.
Al terminar la videollamada, el cabecilla soltó una risa burlona y tomó una cuerda, planeando colgar al enfermo mental del techo y simular un suicidio.
De todos modos, era un loco; a nadie le importaría si moría.
Colgó al hombre del techo mientras los demás observaban, inmóviles, a punto de ver morir a un inocente.
Pero justo en ese momento, Tomás llegó con refuerzos y lograron rescatarlo.
Los hombres de Héctor también fueron sometidos por Carlos y los demás policías.
—¡Asesinos! —Carlos sujetó al cabecilla contra el suelo.
—Y yo que pensaba que nunca tendríamos pruebas contra Héctor—. Tomás le dio una palmada en la cara y tomó su celular. Usó el desbloqueo facial y revisó el contenido.
Efectivamente, encontró mensajes con Héctor, aunque nada demasiado revelador.
—¿Así que fue Héctor quien les ordenó hacer esto, verdad? A ver, cuéntame, ¿por qué lo hizo?
—Fui yo el que decidió acabar con ese loco. Solo es un enfermo, se lo buscó por meterse conmigo —respondió el cabecilla, negándose a decir la verdad por más que lo presionaran.
Tomás miró al hombre que casi había sido ahorcado.
—Si no hubiéramos llegado, ya estarías muerto. ¿Ni así vas a hablar?
El tipo empezó a fingir convulsiones, como si estuviera peor de la cabeza.
Por supuesto, no iba a decir nada. Hablar le traería la muerte igual.
Había matado a dos personas…
—Llévenlo de regreso al hospital psiquiátrico. Estos también se van detenidos —ordenó Carlos a los policías, mirando a Tomás—. No van a soltar la sopa tan fácil. Un caso de hace décadas no es sencillo de resolver, tendremos que buscar la forma de hacerlos hablar.
Tomás asintió.
—Tú encárgate de esto.

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