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Florecer en Cenizas romance Capítulo 37

...

Grupo Benítez

A la mañana siguiente, Sebastián llegó temprano acompañado de su abogado, dispuesto a ir a la estación de policía.

—Señor Sebastián, el equipo de abogados de la familia Lucero... ellos mismos están interviniendo por Fabiola. Esta vez... la situación para don Benjamín pinta bastante mal. Los de la familia Lucero son los mejores abogados de Ciudad de la Luna Creciente... Además, don Benjamín tiene pruebas contundentes en su contra, y... también consumió sustancias prohibidas. Se le van a juntar varios delitos. Me temo que... esta vez sí tendrá que ir a la cárcel —el asistente llegó corriendo, visiblemente nervioso, y miró a Sebastián con preocupación.

La cara de Sebastián se ensombreció.

¿Por qué Agustín se empeñaba en defender a Fabiola a toda costa?

—Además, señorita Martina... tanto las cámaras de seguridad como los que estaban en la transmisión en vivo de Fabiola escucharon todo... Fue Martina quien ordenó atrapar a Fabiola y también... quien ordenó que la mantuvieran encerrada. Señorita Martina tampoco la tiene fácil... —el asistente bajó la voz y se quedó parado al lado de Sebastián, incómodo.

Sebastián, con las cejas fruncidas y el ánimo cargado, decidió marcarle a Agustín.

La familia Lucero y la familia Benítez siempre se habían mantenido al margen, sin meterse en los asuntos del otro. ¿Ahora la familia Lucero se complicaba la vida por Fabiola, solo para molestar a los Benítez? Eso no podía ser tan simple.

Agustín era famoso por su inteligencia. No seguía las reglas al pie de la letra y era difícil agarrarlo en un descuido.

De pronto, se mostraba tan interesado en Fabiola, al grado de ponerle un equipo de abogados… ¿Quién iba a creer que no tenía alguna intención oculta o que no estaba usando a Fabiola para sus propios fines?

Tardó un buen rato en que Agustín le contestara.

—Señor Agustín, ¿todavía sigue en Costa Esmeralda? —preguntó Sebastián, cortés.

—Sí, surgió un asunto y me retrasé un poco. Me iré en unos días —contestó Agustín con voz tranquila.

—Escuché que puso a su equipo de abogados a ayudar a una asistente mía con un conflicto... —Sebastián tanteó el terreno.

—¿Conflicto? Para nada. Yo solo les pedí que atendieran un caso penal —replicó Agustín, sin perder la calma.

El gesto de Sebastián se endureció.

—Señor Agustín, todos somos amigos aquí, no hace falta complicar las cosas por una muchacha, ¿no cree? Mejor mantener la armonía entre nosotros.

—En la vida hay que saber ser agradecidos. Esa muchacha logró que mi abuelo estuviera de buen humor, lo hizo sonreír después de años. Eso es algo muy raro. Además, fue mi abuelo quien pidió que el equipo de abogados interviniera. La decisión ya no depende de mí —Agustín era un zorro viejo y sabía cómo manejar la situación.

—Quiten todo lo negativo sobre Martina de las redes.

—Señor Sebastián... no se puede. Había demasiada gente viendo la transmisión de Fabiola... Fue la señorita Martina quien se pasó de la raya esta vez —el equipo de relaciones públicas no ocultaba su opinión—. A menos que... la señorita Fabiola publique algo para limpiar la imagen de Martina...

La frustración de Sebastián era evidente. Aunque todo hubiera sido un arrebato de Martina, no podía dejarla sola en esto.

—Ya entendí. Yo mismo voy a hablar con Fabiola —no le quedaba de otra; tenía que ir a buscarla.

Si Fabiola no resolvía esto de manera limpia, la familia Gallegos tampoco la dejaría tranquila.

...

Hospital de Costa Esmeralda.

Fabiola dormía en la cama del hospital, perdida en un sueño agitado... soñaba con su infancia.

De repente, la puerta de la habitación se abrió. Alguien entró sigilosamente...

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