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Florecer en Cenizas romance Capítulo 5

—¿Me estás pidiendo que le ayude a tu futura esposa con la boda...? Sebastián, ¿en qué te diferencias de Renata? ¿Por qué tienes que ser tan cruel conmigo? —La voz de Fabiola se quebró, ronca por el llanto contenido, y sus palabras salieron descontroladas.

A estas alturas, ella tampoco quería seguir fingiendo.

Sebastián la miró con el rostro endurecido.

—¿Todavía dices que no estás haciendo drama?

Fabiola sintió que el aire le faltaba. Lo que más deseaba, Sebastián jamás se lo daría.

—Aunque no me case con Martina, igual terminaría casándome con otra. Podría ser la hija de la familia Fernández, o quizá con alguna de los Echeverría, pero contigo... contigo jamás va a pasar, ¿entiendes?

Las palabras de Sebastián eran más que claras.

Para él, Fabiola no tenía apellido ni familia que valiera la pena. Él siempre había sido alguien que daba mucha importancia a la posición social. El simple hecho de haberla mantenido todos estos años ya era lo más arriesgado que había hecho en su vida.

Así que darle un lugar en su vida, ni pensarlo.

Fabiola se obligó a sonreír, con una mueca de resignación.

—Nunca soñé con que te fueras a casar conmigo. Sé perfectamente dónde estoy parada... Siempre supe que lo nuestro tarde o temprano iba a terminar.

—Fabiola, ya eres una adulta, toca ser realista. Si te portas bien, el día que esto se acabe, yo no te voy a dejar desamparada. Puedes escoger la casa que quieras en Esmeralda Costera, y tanto el carro como el dinero no te van a faltar —Sebastián se levantó y se acercó a ella—. Mañana ven temprano.

—Sebastián, yo también quiero casarme —dijo Fabiola, con voz apagada.

Sebastián se detuvo justo antes de salir, volteó a verla.

—Lo digo en serio —Fabiola levantó la mirada, y las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas sin control.

—Descansa, lo voy a tomar como que estás de malas. Cuando de verdad quieras terminar esto y casarte, me avisas, y yo te busco a un muchacho decente entre los empleados de la compañía, de familia sencilla pero con futuro —aventó Sebastián, y sin más, salió de la habitación.

Estaba convencido de que, con el pasado de Fabiola, no le esperaba un buen destino.

Fabiola ya había venido antes a la casa de Sebastián. Como su asistente en prácticas, le había tocado pasar varias veces por él, pero cada vez que cruzaba esa puerta, sentía una incomodidad pesada en el pecho.

Quizá era por haber crecido huérfana, que su anhelo de tener un hogar era casi una obsesión.

Sebastián la tenía viviendo aparte; el departamento que le dio en Esmeralda Costera era de lo más lujoso, pero nunca fue un hogar.

Más bien, era una jaula de oro, el sitio donde la tenía encerrada.

El verdadero hogar de Sebastián estaba aquí, un espacio donde ella jamás tendría derecho a pertenecer.

—Ya llegó Fabiola —al verla entrar, Martina se acercó sonriendo y la saludó con naturalidad.

Su porte de dueña de casa encajaba a la perfección con la mansión, como si hubiera nacido para ese papel.

Fabiola no podía evitar pensar, aunque fuera por un instante, cómo sería su vida si ella pudiera casarse con Sebastián y convertirse en la dueña de ese lugar...

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