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Florecer en Cenizas romance Capítulo 50

Todos se quedaron boquiabiertos mirando a Fabiola. Martina, incapaz de creer lo que acababa de pasar, también la miraba con los ojos muy abiertos.

¿Se atrevió a pegarle?

¿Esa huérfana, a la que siempre despreciaban, de verdad se atrevió a golpearla?

Martina soltó una carcajada incrédula, sujetándose la mejilla, y volteó a ver a Sebastián.

A simple vista, Sebastián también estaba en shock.

Conocía a Fabiola desde hacía cuatro años… Jamás la había visto levantarle la mano a nadie. Ni hablar de defenderse, cuando la molestaban apenas podía alzar la voz.

En primer año de universidad, Renata y Benjamín la habían hundido de cabeza en el baño y ni siquiera así se defendió.

¿Y ahora se animaba a pegarle a alguien? ¿Por qué, de pronto, tenía ese valor? ¿Por Agustín?

Mientras más pensaba, más rabia le daba a Sebastián.

No sabía bien por qué se sentía tan molesto. No era solo coraje… había algo más, una incomodidad que no lograba nombrar.

Había estado con Fabiola cuatro años y nunca consiguió darle esa seguridad. ¿Por qué Agustín sí podía hacer que ella se animara a defenderse?

Y encima, la que recibió el golpe fue Martina.

—No puede ser… ¿Fabiola está loca? Si siempre ha sido tan calladita…

—Eso digo yo, ¿será cierto que Fabiola y el señor Sebastián anduvieron cuatro años?

—Sebastián no lo negó… así que seguro es verdad.

—O sea que la verdadera intrusa es la señorita Martina, ¿no?

—La que no es querida es la que sobra. Aunque Fabiola haya salido con Sebastián, el que él quiere es a Martina.

El chisme corría entre los empleados, cuchicheando por todos lados.

Justo esos empleados que Martina había llamado para ver cómo humillaban a Fabiola, ahora eran quienes más disfrutaban del drama a sus costillas.

—¡Sebastián! —Martina, totalmente fuera de sí, ya ni se acordaba del papel de dama refinada que solía representar.

Perdió la cabeza y gritó el nombre de Sebastián, esperando que él la defendiera y le devolviera la dignidad.

Sebastián, casi por instinto, trató de proteger a Martina. Sin pensarlo, levantó la mano y le dio una bofetada a Fabiola.

Fabiola no se movió. Ni siquiera imaginaba que Sebastián se atrevería a pegarle.

Apenas terminó el golpe, Sebastián también se quedó helado…

Cuatro años antes, cuando llevó a Fabiola a su casa, le prometió: “Fabiola, desde hoy, nadie va a volver a ponerte una mano encima…”

Y ahora, Sebastián había sido el primero en romper esa promesa.

Fabiola lo miró, y en vez de rabia o tristeza, sintió una calma inesperada.

Resulta que, cuando se ama, se puede arder por dentro; pero cuando el amor se acaba, la paz que queda es como un lago sin olas.

—Sebastián, estamos a mano —Fabiola, con los ojos llenos de lágrimas, le dedicó una sonrisa suave.

Capítulo 50 1

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