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Florecer en Cenizas romance Capítulo 502

En la mansión, Fabián recibió una llamada de Fabiola invitándolo a cenar esa noche en la casa principal. Apenas colgó, salió de la sala y se topó con Paulina esperando en la puerta.

Fabián se rio con desprecio. Desde que eran niños, Paulina siempre había sido la típica princesa arrogante, mirándolo como si fuera el perro que la familia Barrera había adoptado. Ahora, ella tenía que tragarse el orgullo y buscar ayuda de ese mismo “perro”.

—¡Fabián! —gritó Paulina al verlo salir y dirigirse hacia el carro.

Fabián la ignoró y se subió directo al carro.

Apenas el chofer encendió el motor, Paulina se plantó de golpe frente al vehículo.

Dentro, Fabián frunció el ceño. Esa mujer estaba loca, ¿cómo se atrevía a detener el carro así?

—¡Fabián! ¡Tenemos que platicar! —insistió Paulina, aferrada a la única esperanza de recuperar el control del Grupo Barrera. Sabía que su única salida era Fabián.

Si lograba casarse con él, los altos mandos y los viejos testarudos del grupo la apoyarían. Al final, ella y Fabiola enfrentaban el mismo problema: esos ancianos solo veían por sus propios intereses. Incluso si Fabiola se hacía pasar por Karla y el abuelo había muerto, para mantener a raya a los de adentro, también necesitaba de Fabián.

Porque Fabián, tras tantos años al lado del abuelo, ya controlaba todos los hilos y relaciones dentro del Grupo Barrera.

Ahora, Paulina y Fabiola peleaban… por un hombre.

—Señorita, entre nosotros no hay nada que platicar. Después de todo… solo soy el perro que criaron en esta familia —respondió Fabián bajando la ventana, con una voz tan seca que cortaba el aire.

Paulina apretó los puños y tragó su orgullo.

—¿Qué necesitas para perdonarme todo lo que te dije antes? Solo estaba molesta porque siempre parecías mirarme desde arriba, como si yo no valiera nada, yo…

—Señorita, nada de lo que dijiste me importó jamás. Y no vale la pena —le lanzó Fabián, mirándola directo a los ojos. Era claro: no sentía nada por ella, ni siquiera desprecio.

—Fabián… —susurró Paulina, sintiendo un dolor punzante en el pecho. En el fondo, siempre le había gustado Fabián. Desde la primera vez que se cruzaron, cuando eran apenas unos niños, él le había movido el mundo. Pero nunca supo cómo demostrarlo, ni cómo amar a alguien. Siendo hija ilegítima, nunca fue bienvenida. Al regresar con la familia Barrera, tenía que vivir junto a su papá en una eterna humillación. Solo quería sentirse importante, así que usó su orgullo para tapar todas sus inseguridades.

Fabián, adoptado por la familia y supuestamente por debajo de ella, terminó siendo el blanco perfecto para sus frustraciones y enojos.

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