Florecer en Cenizas romance Capítulo 508

Mansión Barrera.

Al salir de la biblioteca, Fabiola Campos se encontró a Paulina Barrera sentada en la sala, tomándose un café.

Fabiola bajó las escaleras y preguntó con frialdad: —¿Quién la dejó entrar? ¿Ahora cualquiera puede pasar como si nada?

En la sala, la empleada miró a Paulina, confundida. —Señorita, yo tampoco sé quién la dejó pasar.

Las empleadas nuevas se las había mandado Frida Orozco a Fabiola, pero en la casa Barrera todavía quedaba personal antiguo que no habían despedido. No había que pensarlo mucho: seguro ellos fueron los que le abrieron la puerta a Paulina.

—Tú eres nieta del abuelo, y yo también. Todo lo que hay en esta casa me pertenece en parte, así que, ¿por qué tú sí puedes entrar y yo no? —dijo Paulina con una sonrisa burlona, dejando la taza de café sobre la mesa.

Fabiola se sentó frente a Paulina y la miró con indiferencia. —Tiren la taza que usó. A la basura.

La Fabiola de ahora ya no era la misma de antes, esa que se dejaba pisotear por cualquiera.

—¡Fabiola! —exclamó Paulina, apretando los puños con rabia.

Lo que más le molestaba era ver a Fabiola con esa pose de gran señora. Antes no era más que una ratita asustada y ahora actuaba como si fuera la dueña.

—¿Sabes por qué, siendo las dos nietas del abuelo, yo puedo tenerlo todo mientras que a ti no te queda más que ser una don nadie? Porque de donde salió tu papá es una verdadera vergüenza, y porque el abuelo jamás te reconoció como su nieta —dijo Fabiola, mirándola fijamente a los ojos en un claro desafío.

Paulina apretó tanto las manos que los nudillos se le pusieron blancos.

Respiró hondo y tardó un momento en responder. —¿Y tú, Fabiola? No eres más que una basura que creció en un orfanato. Toda tu vida lo único que has aprendido es a diseñar. Aparte de hacer bocetos, no sirves para nada. ¿Acaso sabes cómo administrar una empresa? ¿Entiendes el modelo de negocio de un corporativo? ¿Sabes cómo llevar el sustento a los miles de empleados que dependen del grupo?

Paulina la estaba provocando.

Fabiola sonrió. —Por lo menos yo sé hacer bocetos. A ti, en cambio, parece que la inspiración se te acabó hace mucho.