Paulina miró a Fabián con un poco de envidia, pero enseguida compuso una sonrisa y se sentó. —Mandé a investigar la lista de empleados del orfanato de antes del incendio. Encontré a la señora de la cocina que les preparaba la comida. Ella sabe dónde está Chloe. Dijo que la adoptó una pareja normal y se la llevaron a Roca Dorada.
Fabián la miró. —¿Y luego?
—Y luego a esta Chloe le cambiaron el nombre. Ahora se llama Candela —dijo Paulina mientras sacaba unos documentos de su bolso y se los entregaba a Fabián.
Este era el plan de Paulina y Violeta Montes: sin importar cómo, usarían a una impostora para mantener ocupado a Fabián.
«Candela», pensó Fabián mientras miraba la foto de la muchacha. —Voy a mandar a que verifiquen la información.
—No olvides lo que me prometiste —dijo Paulina con emoción.
Fabián asintió. —No te preocupes. Si de verdad es la persona que busco, cumpliré con tu petición.
Paulina se levantó, feliz, con una sonrisa de oreja a oreja. —Entonces esperaré tus buenas noticias.
Estaba muy segura de sí misma, porque la pareja que había adoptado a Chloe ya había muerto. Se decía que, tras su muerte, la hija adoptiva fue enviada a casa de su tío, que era el padre de Candela.
Todo cuadraba. Con que Candela pudiera contar a grandes rasgos sus experiencias en el orfanato, sería suficiente para engañar a Fabián.
***
Cuando Paulina se fue, Fabiola salió de su habitación.
—¿Por qué la dejaste entrar de repente? —Fabiola había estado dispuesta a seguirle el juego a Fabián para ver qué se traía entre manos.
—Necesito encontrar a alguien, y ella me ayudó. Es una compensación —respondió Fabián con una leve sonrisa.
Fabiola asintió. —Supongo que su condición no era tan simple como entrar a la casa Barrera para molestarme, ¿o sí?
Fabiola se imaginaba que Paulina tenía otros motivos.
—Quiere que, de entre los bocetos que presentaste al concurso, encuentre tus diseños originales y borre las copias que tienes en la computadora —dijo Fabián, girando las cuentas de un rosario entre sus dedos de forma distraída.
Fabiola enarcó una ceja.
Vaya que estaba desesperada.
—Puedes dárselos —dijo Fabiola con una sonrisa.

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