Benjamín escuchó el sonido de la puerta al cerrarse, giró la cabeza para mirar y levantó levemente las cejas.
Al recordar el rostro sonrojado y apenado de Petra hace un momento, no pudo evitar dejar escapar una pequeña risa y volvió a sentarse en su silla de oficina.
Justo antes, los altos ejecutivos, que andaban distraídos revisando el celular y echando chisme, al ver que Benjamín regresaba frente a la cámara, se apresuraron a dejar sus teléfonos a un lado.
Benjamín habló con voz seria:
—Sigamos.
La persona que había visto interrumpido su reporte retomó la explicación sobre el avance del trabajo.
Los directivos al otro lado de la pantalla escuchaban con atención, aunque en el fondo estaban más pendientes de las reacciones de Benjamín.
Aunque su expresión no difería mucho de la que tenía antes de salir, todos podían notar que esa energía imponente que solía cargar se había disipado bastante; incluso parecía mostrar un leve aire de buen humor.
Luego de escuchar la voz femenina que se coló hace un rato y al observar la disposición de la habitación detrás de Benjamín, todos llegaron a la misma conclusión.
El señor Benjamín estaba enamorado.
Y, para colmo, ¡vivía con ella!
Solo les quedaba la duda de quién sería esa novia tan misteriosa que había logrado conquistar al temido jefe Benjamín.
Definitivamente, apenas terminara la videollamada, tendrían que hablar con Héctor, el favorito de Benjamín, para sacarle la verdad y así no quedar mal si la futura dueña del lugar se aparecía en la oficina y ellos ni en cuenta.
La reunión se alargó dos horas antes de concluir.
...
Petra, que ya hacía rato había secado su cabello, al ver que la luz del estudio seguía encendida, no tuvo más remedio que esperar sentada en el sofá.
Cuando Benjamín salió y abrió la puerta, ella se puso de pie de inmediato, sujetando el secador en la mano.
—No sé bien dónde se guardaba esto...
Recordó que, cuando Benjamín le dio el secador, estaba tan apenada por haber interrumpido la videollamada que ni se fijó de dónde lo había tomado.
Después de observar un poco, Petra ya había notado que todo en esa casa tenía un lugar asignado, cada cosa bien organizada.
Seguro a él no le gustaba que movieran sus cosas.
Benjamín tomó el secador de las manos de Petra y, sin darle mucha importancia, encendió la televisión.
—Si te aburres, puedes ver un rato la tele.
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