No solo él quedó sorprendido.
Fabián y Octavio, junto con algunos otros, también se vieron igual de desconcertados.
Desde que Fabián y Eleonor se casaron, este compa, además de estar distanciado con Eleonor, tampoco les hacía mucho caso a ellos.
Eso sí, nunca salió del grupo de WhatsApp.
Cada vez que armaban plan, lo avisaban por el grupo, pero las veces que Iker aparecía se podían contar con los dedos de una mano.
Nadie esperó que, esta vez, llegara sin avisar y sin decir ni pío.
Octavio se levantó, tratando de relajar el ambiente con una sonrisa.
—Ike, ¿y eso que hoy sí tuviste tiempo de venir a echar la platicada?
—Me quedaba de paso.
Iker le asintió con la cabeza, se irguió y entró sin más.
El tipo que había metido la pata antes fue tras él, disculpándose de inmediato.
—Amigo, la neta me pasé de lanza con mi comentario, no te lo tomes a pecho, ¿va?
Entre todos los presentes, la mayoría solo se apoyaba en el poder de sus familias.
Solo Iker y Fabián tenían el control real. Y sobre todo Iker, ese tipo implacable, que mandaba tanto en lo legal como en lo ilegal. En Frescura, ¿quién se atrevía a no darle su lugar?
Iker se dejó caer en el sillón de piel, sin preocuparse, apoyando un brazo sobre el respaldo.
—¿No aguantas una broma o qué?
—Ya, mejor ve a jugar tus cartas.
Fabián, tratando de sacar al otro del apuro, alzó su copa hacia Iker, casi como si le agradeciera a distancia.
—Todos le tienen miedo. Ni modo que no lo sepas.
—¿De veras?
Iker tomó su copa, pero su mirada andaba perdida.
Fabián le sirvió más vino, actuando como el cuñado buena onda.
—¿Y tú y Ellie? ¿Han hablado últimamente?
El tono de Iker era tranquilo, hasta desganado.
—Ustedes mismos lo dijeron, estamos peleados.
—Ay, hombre, sólo era broma —Fabián se rio—. Todo el mundo sabe que antes a quien más cuidabas era a ella.
La relación pasada entre Eleonor e Iker, él la conocía mejor que nadie.
Desde que sus padres murieron, Iker no veía a nadie más. Solo tenía ojos para Eleonor, su hermanita.
—¿O qué?
Iker lo miró con una media sonrisa, entre burla y desafío.
—¿Te da miedo que si te divorcias de ella por Virginia, yo te saque bronca?
—A trabajar de noche.
La familia Valdés le había pagado un departamento y aparte un sueldo de cinco millones. Pues claro que tenía que tomarse el trabajo como si fuera horario fijo.
Eleonor fue al recibidor y agarró las llaves del carro de Florencia.
—Me llevo tu carro, ¿eh?
—¿Eh? Ah, sí, está bien.
¿Trabajar de noche? Florencia se quedó pensando, pero antes de que pudiera preguntar algo, Eleonor ya se había ido. No le quedó más que regresar a su cuarto y seguir revisando sus documentos.
La noche de invierno era implacable.
Eleonor encendió la calefacción del carro casi al máximo. Octavio ya había dado aviso en la entrada, así que solo tuvo que decir su nombre y un mesero la acompañó directo a la sala privada.
Incluso a esa hora, el club seguía lleno de gente. El aire olía a licor.
—Señorita, el señor Valdés y los demás están aquí.
El mesero abrió la puerta de la sala. Eleonor, por costumbre, respondió:
—Gracias...
Pero el resto de las palabras se le atoraron en la garganta.
La sala estaba bañada por luces de colores.
Iker estaba sentado justo frente a la puerta, en una esquina. Su cara, de líneas marcadas, medio oculta en la penumbra. Solo sus ojos, negros y profundos, miraban hacia ella con una calma que helaba la sangre.

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