Entrar Via

Mi Marido Prestado romance Capítulo 4

Al día siguiente.

Eleonor despertó por costumbre, apenas la luz del amanecer asomaba. Corrió las cortinas y se quedó mirando la intensa blancura que cubría todo el exterior.-

Nadie había avisado nada en el pronóstico del clima.

Pero esa primera nevada no era poca cosa.

Incluso con la ventana cerrada, sentía cómo el frío se colaba a la casa, calando hasta los huesos.

Se puso un vestido de punto y, mientras se lavaba la cara, escuchó un estruendo en el pasillo.

El escándalo era tal que cualquiera habría pensado que estaban demoliendo la casa.

—Blanca, ¿qué está pasando...?

Con el cabello recogido a la ligera, Eleonor abrió la puerta y, al asomarse, perdió el habla.

No era un grupo de trabajadores remodelando, parecía más bien una invasión de locos.

La casa, siempre impecable, ahora era un desastre.

Un cojín que debería estar en la sala del primer piso apareció justo en la entrada de su cuarto, manchado con algo marrón oscuro que prefería no identificar.

Un florero hecho pedazos rodaba por el suelo.

Y el cuadro de óleo que colgaba en el pasillo, ese que costó millones, había sido destruido.

Vaya espectáculo.

Blanca perseguía a Ángel con una cara de súplica.

—Chiquito, no juegues con eso, ese juego de tazas es el favorito de la señora...

—¡Crash!—

Antes de que terminara de hablar, ya se había hecho añicos el objeto.

Ángel sacó la lengua como un pequeño tirano, resoplando con arrogancia.

—¡Me vale! Yo quiero jugar. Mi tío dijo que ahora esta es mi casa, tú solo eres la sirvienta, ¿cómo te atreves a decirme qué hacer?

Apenas terminó, levantó la vista y se topó de frente con la mirada serena de Eleonor.

De inmediato, encogió el cuello, sintiéndose acorralado.

¡Esa mujer!

Por su culpa tuvo pesadillas toda la noche, soñando que lo perseguían Santa Claus y monstruos.

¡Tenía que deshacerse de ella! Si lograba que esa mujer se fuera, su tío sólo sería de él y de su mamá. Eso decía ella misma.

Eleonor lo miró con absoluta calma.

—Sigue jugando, diviértete todo lo que quieras.

—¿En serio?

Ángel se quedó sorprendido.

Había destrozado todo lo que a ella le gustaba y, ¿ni siquiera se enojaba?

Eleonor se acercó al barandal, echando un vistazo al primer piso, donde Virginia aparentaba no saber nada.

Sonrió.

—Claro. Pero eso sí, no toques el cuadro de tinta que está en la sala de abajo. Ese es mi favorito.

No podía estar segura si esto era idea de Virginia o pura travesura de Ángel.

Pero daba igual.

Después de todo, tampoco era una santa.

Su madre le enseñó que si alguien la pisoteaba, tenía que devolverlo multiplicado.

Ángel le lanzó una mirada traviesa y salió corriendo.

Blanca suspiró, cansada.

—Señora, usted y el señorito lo consienten demasiado...

—Déjalo, no te preocupes.

Eleonor le restó importancia.

—Al final, es el único nieto de la familia Valdés. Mientras él sea feliz, eso es lo que importa.

—Además, ¿no ves que la cuñada tampoco le pone límites? Hay que respetar su forma de criar, si pasa algo grave, ni tú ni yo podríamos con la culpa.

—Bueno...

Blanca aceptó de mala gana.

Capítulo 4 1

Verify captcha to read the content.Verifica el captcha para leer el contenido

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi Marido Prestado