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Mi Marido Prestado romance Capítulo 6

Fabián frunció el entrecejo.

—¿Estás hablando de Eleonor?

—Sí.

Virginia mordía su labio, como conteniendo el enojo.

—¿Sabes por qué Angelito rompió la pintura favorita del abuelo? Fue ella quien lo provocó a propósito.

—¡Mi mamá tiene razón! —Ángel hizo puchero, y unas lágrimas colgaban de sus pestañas—. Tío, hoy la tía otra vez me asustó a propósito. Dijo que un monstruo que come brazos estaba escondido en la pintura, por eso…

—Eso no puede ser.

Fabián lo negó sin dudar y, con ternura, le revolvió el cabello a Ángelito.

—¿No habrás entendido mal? Tu tía es la persona más tranquila de la familia. Ayer en la noche incluso dijo que ya no estaba molesta contigo, así que no habría razón para asustarte otra vez.

Se giró hacia Virginia y agregó:

—Además, el abuelo la quería mucho en vida. Jamás jugaría con algo tan sagrado como una de sus pinturas.

Al escuchar esto, Virginia lo miró incrédula.

—¿Me estás diciendo que Angelito y yo estamos mintiendo para culparla?

—¡Fabián! ¡Has cambiado tanto!

Ese reproche encendió algo dentro de Fabián, lo hizo apretar los puños lleno de rabia contenida. Pero al ver la mirada triste de Virginia, solo pudo tragar su enojo.

—Virginia, yo sigo siendo el mismo de siempre.

Virginia lo observó de frente, como buscando una grieta en su defensa.

—¿Te atreves a decir que nunca sentiste nada por Eleonor? ¿Nunca la tocaste?

Fabián siempre pensó que ante ella no tenía nada de qué avergonzarse. Sin embargo, frente a esa pregunta, la respuesta se le atoró en la garganta.

Se puso rígido, bajó la mirada y dijo en voz baja:

—No la he tocado.

En el fondo, Fabián sentía que le debía a Eleonor.

...

—¿Qué llevas ahí?

Eleonor se detuvo, giró un poco y agitó la caja.

—Un regalo.

—¿Regalo? ¿Hoy es el cumpleaños de alguien?

—Es un regalo por nuestro tercer aniversario de bodas. Lo tenía preparado para ti.

—Ellie, perdón...

—No pasa nada. Estás muy ocupado con el trabajo, es normal que se te olviden estas cosas.

Eleonor lo miró con esos ojos transparentes y serenos que siempre la caracterizaban, y le tendió la caja con una sonrisa tranquila.

—De todos modos, en dos semanas es tu cumpleaños. Puedes tomarlo como regalo adelantado.

—Fabi, ¡feliz cumpleaños por adelantado!

—Y de paso, me deseo a mí misma un feliz divorcio.

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