El Rey Lycan y su Oscura Tentación romance Capítulo 32

VALERIA

Al final me liberó de la presión de su poder y pude al fin respirar.

El guardián Quinn también se levantó limpiándose la sangre de su mejilla magullada a pesar de su rápida sanación.

Así de salvaje fue ese puñetazo.

— Dime, ¿qué descubriste? – le preguntó, los tres parados frente al Altar de la Diosa.

Quinn le dijo todo lo que descifró.

En realidad, había muchos errores, pero no vi que tuviesen importancia así que no lo rectifiqué.

— Es claro que habla del descenso de la Diosa Luna a la tierra a mezclarse con nosotros, es parte de una leyenda antigua – Aldric concluyó.

— Parece que andan en busca de altares como estos, porque aquí se señala la localización de otro Altar Lunar – Quinn señala las últimas frases.

— Quieren llevarse algunas partes que había de adorno, como aquí. El idiota del Alfa les regaló unas estrellas de plata que colgaban de la figura de la Luna, me lo dijo su mujer – Aldric agrega y todo esto parece una aventura misteriosa.

— Hay que encontrar el próximo templo antiguo y no dejar que se lleven lo que quieren, para nada bueno será, quizás tengamos tiempo de tenderles una trampa.

— Señor, sé dónde puede estar, habla de una elevación de agua que casi llega al cielo como un ave – Quinn le informa.

— La manada “Silver Lake” – Aldric enseguida ata cabos, es un hombre muy inteligente.

De un momento a otro parece recordar algo y camina alrededor de la escultura de piedra y se agacha para buscar algo entre las grietas.

— Aquí, anoche había un residuo de sangre, ya no está. Era muy raro, nada que haya olido jamás – murmura y luego se levanta con el ceño fruncido.

— Regresemos al castillo, aquí ya no hay nada que hacer. Necesito convocar al consejo de Guardianes, algo muy turbio se teje en las sombras y no me gusta para nada.

Y con la misma, camina impetuoso de regreso a la posada, no sin antes pasar la mano por mi cintura y pegarme posesivo a su lado.

Lo sigo con la cabeza abajo y las mejillas ardiendo.

¡Su majestad, por favor, disimule un poco nuestro trato privado! ¡Tan solo me falta tatuarme el cartel de amante del Rey Lycan en la frente!

*****

NARRADORA

El general de confianza del Rey Vampiro caminaba por los pasillos del oscuro castillo.

Su postura no era tan segura y fiera como siempre, había fallado en su misión y no era la primera vez.

Empujó las enormes puertas del salón del trono con un leve temblor en los dedos que enseguida reprimió.

Su majestad podía ser de todo menos benévolo y no admitía los fallos.

— Su real alteza – se arrodilló sobre una pierna al hombre imponente sentado en el trono cubierto por las sombras.

— Dime, Darius, ¿encontraste a la chica? – una voz gutural salió desde la oscuridad.