El Rey Lycan y su Oscura Tentación romance Capítulo 66

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VALERIA

Me moví enseguida a un lado, observando el suelo abrirse chirriando como una vieja maquinaria oxidada.

En las profundidades de la tierra se mostró un oscuro pasadizo, descendiendo por unas antiguas escaleras a lo que parecía un sótano debajo del invernadero.

— ¿Qué fue ese ruido, Srta. Valeria? ¿Está bien? – la voz de Edward me llegó y me asomé para verlo donde mismo lo había dejado sentado en su silla de ruedas con el rostro preocupado.

— Sí, estoy bien, fue una ventana atascada que intenté abrir y sonó así. Espérame ahí, no te preocupes – le mentí porque ya no confiaba por completo en nadie.

Él no podía subir solo hasta aquí, había unas escaleras y menos bajar hasta este lugar tan angosto.

“Celine, creo que encontré el sitio correcto del Altar a la Diosa, bajaré a leerlo, cuídame la espalda aquí arriba, dejé a Edward dentro del invernadero, no lo pierdas de vista”

“Valeria, esto no me gusta nada, llamaré a mi hermano para que venga, creo que es mejor esperar…”

“Tu hermano vendrá con Aldric, ¿cómo explicaremos todo este asunto? El Rey no es tonto, ya no sé cómo disimular”

“Bien, rápido, hazlo, pero Valeria al mínimo peligro escapa, me avisas enseguida, estoy cerca”

— Edward, espérame ahí un momento, estoy mirando unas estatuas muy bonitas que encontré – le dije sonando casual y él me respondió que estaba bien, que jugaría con sus amigos.

Bajé entonces apretando los puños y llenándome de valor, intentando plantar bien los pies para no resbalar y romperme el cuello con las escaleras de piedra.

Miré a mi alrededor, palpando las paredes con algo de asco por lo resbalosas que estaban del musgo, avancé por un pasillo y veía algo de luz al final, hacia allí me encaminé.

Mis pies tropezaban de vez en cuando con el desnivel de las piedras del suelo, pero esa sensación que tiraba de mi corazón se hizo más presente.

No solo hacía esto por curiosidad o por ser temeraria, me atrevía a tanto porque un impulso en mi alma me llevaba hasta esos altares, quería conocer sus secretos, cómo seguía la historia y cuál sería la próxima localización.

El pasillo se abrió a una galería, el techo bajo, de crucerías, se sostenía por varias robustas columnas y en la pared del fondo lo vi, bajo un tragaluz, el verdadero Altar a la Diosa Luna.

Enseguida me acerqué y pasé los dedos temblorosos por las inscripciones que estaban por toda la escultura de piedra tallada sobre la base cuadrada.

“¡Celine, lo encontré, rápido lo leeré para ti y luego le dices a Quinn!”

Comencé a traducir para ella todo lo que encontré, cómo seguía la historia y las pistas sobre la próxima manada.

Mis dedos temblaban a la vez que descubría uno a uno los secretos que nadie más parecía descifrar.

“¡Rápido Valeria, ya sale de ahí, mi hermano me habló y viene de regreso a la mansión con el Rey!”

Me avisó y el corazón me latía frenético, aun así, valió la pena tomar el riesgo porque teníamos la ventaja.

Ya me iba cuando un detalle llamó mi atención.

Había una ranura en la roca, en la base de la estatua, me incliné para mirar de cerca el mecanismo y lo palpé con los dedos.

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