Antonella
Llego a casa de mis padres luego de haber ido a almorzar con Damián y Daniela. A pesar de haber dejado los término claros con él, continúo molesta, y mucho más después del escándalo que armó en el restaurante por el hecho de que un imbécil me guiñara el ojo. No entiendo cómo puede ser tan impulsivo y no pueda controlar un poco su temperamento. Puedo comprender el que hay hombres abusivos a los cuales se les debe dar un alto, pero el problema es que Damián a todo aquel que me mira lo quiere golpear.
—Cariño, ¿Cómo te va en la universidad?
—Muy bien. Mañana tengo un examen muy importante y espero pasarlo. He pasado varios días estudiando. —Tomo asiento en el sofá luego de dejar mis cosas tiradas a un lado.
—¿Aún eres desordenada, Antonella? —me pregunta con sus manos en la cintura.
—Estoy trabajando esa parte de mi vida. Te prometo que no volveré a dejar mis cosas regadas. —Me levanto a darle un beso para después ir a la cocina—. ¿Hay helado? —inquiero ansiosa de algo frío y dulce.
—Sí, cielo —responde ya cuando tengo en frente el pote de helado y la cucharilla.
—¿Qué haces comiéndote mi helado? —escucho a mi hermano Rainer detrás de mí—. Es mío. —Me lo quita de las manos.
—¿No puedes compartir? —Abro mis brazos y los dejo caer.
—No, dile a tu esposo que te compre, para eso es millonario. —Se va con el helado.
Me quedo mirando a los lados sin comprender cómo ese mocoso es tan tacaño.
—¿Qué es lo que te preocupa?
Mi hermano Renzo me hace sobresaltar con su presencia.
—¡Por Dios! Harás que me dé un infarto. Qué estrés las personas que llegan de sorpresa.—Paso mis manos por mi rostro.
—¿Qué te preocupa, Antonella? —vuelve a cuestionar—. Te conozco bien y sé que algo pasa, de lo contrario no estuvieras peleando por un helado, y solo lo comes cuando algo no anda bien en ti.
Lo miro.
—Es Damián —contesto.
—¿Qué te hizo? —Se sienta en el banco a mi lado para escucharme.
—Armó un escándalo en el restaurante hoy porque simplemente otro hombre me guiñó un ojo.
Suspira.
—Típico de él; posesivo, controlador e impulsivo. —Sonríe de lado—. Jamás debí dejar que te casaras con él, hermana. No tienes idea de quién es Damián Lancaster. Es un maldito que siempre va a su favor. Si le beneficia, lo toma, y si no, simplemente lo desecha. En los negocios en un hijo de… es un desgraciado. Siempre está un paso más adelante que otros. Siempre obtiene los negocios para sí. Es un dolor de culo para cualquiera, el peor dolor de cabeza que pueda existir. Si le haces algo, ten por seguro que te la regresará, y peor. ¿Por qué crees que lo apodan el diablo? Él siempre tiene todo bajo su poder y todo lo controla. Usa de otros para llegar a donde quiere, como lo que sucedió contigo. Se aprovechó de nuestro problema para quedarse contigo.
No me sorprende en lo absoluto.
—Sí, hemos tenido tantos problemas. Ese en realidad es el que menos interesa. Es que no sé qué hacer para hacerlo cambiar o al menos mejorar.
—Mi amor —observo a mi hermano con una alegría inmensa de saber que ya no está enojado conmigo. El hecho de llamarme «mi amor» me da a saber que vuelve mi Renzo—,él no es digno de ti. Damián es el hombre más seco de sentimientos que puedas conocer. No es de los hombres que a ti te gustan. Tiene mujeres aquí y mujeres allá. Jamás ha amado a ninguna, ni tampoco lo hará, y no creo que lo haga contigo. No cambiará su manera de ser por ti, Antonella, siempre será ese Damián que conoces, y así va a morir él.
No pienso igual que mi hermano.
—¿Qué sabes tú? Es cierto que es un imbécil. El problema aquí es que nadie se ha tomado la molestia de ayudarlo a ser un buen hombre. Sinceramente, siento lástima por la mujeres que se han cruzado en su camino. Son estúpidas, tontas, o quizá sea yo por considerar cambiar a un hombre mujeriego. Lo cierto es que esas mujeres son juguetes, y siempre lo van a ser si nunca se dan valor. En mi opinión, soy muy diferente a ellas, y esa diferencia él no la nota.
Acaricia el puente de su nariz y niega en desacuerdo.
Igual no me importa, no pido su opinión.
—No quiero que te enamores de él, no es… el hombre ideal para ti, Nella. Damián es lo todo aquello que una mujer no desearía tener cerca.
—Qué mal concepto tienes de él.
—¡Fuimos amigos, salíamos a divertirnos juntos, y era testigo de las cantidades de mujeres con las que él estaba!
—¡Y puede cambiar!
—Vas a perder tu tiempo, mi amor.
Lo miro con reproche.
—El tiempo que perderé será el mío, no el tuyo.
Respira profundo.
—Como quieras. Lo único que voy a agradecerte es que no aparezcas por acá llorando porque no resultó y terminaste enamorada de un hombre que su mundo son las mujeres. Te lo estoy advirtiendo. No eres suficiente mujer para lograr que se enamore y ni mucho menos para que cambie.
—No necesito tu advertencia, hermano.
¿Cómo puede decirme que no soy suficiente mujer para enamorarlo? Por favor, soy más que suficiente, y eso lo voy a demostrar. Voy a convertir a Damián en un gran hombre. Dejaré a todos con la boca abierta cuando eso suceda.

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