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Clases de amor, para el diablo romance Capítulo 8

Antonella

Salgo del salón de clases junto con mis amigas, quienes no han dejado de sentirse preocupadas por mí y por lo de la fiesta.

—Sabía que era una mala idea haber hecho esa fiesta —habla Amelia, que acomoda su cabello—. ¿Vieron su rostro? Juro que en ese momento mojé mis pantalones. En cuanto lo miré entrar, sabía lo que pasaría. Amiga, ese hombre da miedo cuando está enojado, hace que cualquiera se haga en los pantalones. El cabrón infunde pánico.

Me reí.

—¡No hables así, Amelia! Juro que en tu otra vida fuiste hombre.

—¿Y qué te dijo? —Dalia se intriga de saber qué sucedió luego de que todos se fueran.

—Me reprendió. Afortunadamente, arreglamos las diferencia como adultos, sin peleas ni discusiones, incluso nos emocionamos y casi pasó aquello. Por suerte, Dani llegó en ese momento para salvarme.

Estaré agradecida con Dani por haber aparecido. Estaba muy nerviosa en ese momento.

—¡¿Qué?! —Las dos se exasperan.

—Amiga, no es por presionarte, pero debes cogerte a ese rubio. Es tu esposo, en algún momento llegará la oportunidad y no podrás seguir huyendo.

Entorno la mirada.

—No me presionen, por favor. Recuerden que soy virgen. Además, apenas es que estamos dándonos una oportunidad. Quiero que vayamos con calma, sin tantos apuros. No es tan fácil.

—¿Qué te hizo cambiar de opinión? —me pregunta Dalia.

—No lo seguiré negando, me gusta demasiado, y pensé en que ya era hora de ser madura y dejar de actuar como una niña malcriada. Era de esperarse que terminara gustándome. No es fácil ver todas las noches su cuerpo desnudo y no acariciarlo, o ver esa cosa erecta que me da pánico. Ya saben que soy cobarde y que por eso me mantengo virgen. Es culpa de ustedes, que me hicieron ver porno con penes inmensos que traumaron mi vida.

Se burlan de mí.

—Me da gusto que tomaras esa decisión. Verás que todo será mejor entre ustedes.

—Es lo que en realidad espero como resultado final. Damián no es mala persona, solo comete errores por impulso. El hecho de haber respetado mi decisión demostró que no es tan desgraciado. Está decidido a poner de su parte en mejorar. Sé que lo hará. Me di cuenta que no es obsesión lo que siente por mí. —Sonrío al hablar de él—. Bueno, ya tengo que irme. Esperan por mí en la empresa. Las veo mañana —me despido de ellas.

Cuando pretendo entrar al auto, siento que me abrazan.

—¡Nico, por Dios! —expreso aterrada—. No vuelvas a hacer eso. Casi me matas de un infarto.

—Lo siento, preciosa. —Posa un beso en mi mejilla—. ¿Cómo has estado? No te había buscado antes porque estaba muy ocupado en mi nuevo trabajo. Mi padre vive llenando mi agenda con labores y preparándome para tomar su puesto como director en la compañía.

—He estado bien. Me da gusto que pronto serás quien se ocupe del negocio familiar.

Me siento incómoda conversando con él.

—Me gusta mucho. Estoy motivado a ser como mi padre.

—Qué bueno. Yo debo irme, Nico. Te veo luego. —Abro la puerta de mi auto, pero me toma de la mano.

—¿Por qué no lo dejas y ya, Antonella? Hablé con mi padre sobre la situación y me dijo que podía cubrir la empresa de tu padre en tal caso de que él quisiera quitársela si lo dejas.

Me mira con tanta ternura.

Aún mi corazón late por él.

—Eres tan impaciente, Damián.

Rodea mi cintura y me da un beso en los labios.

Evito mostrar mi desanimo para que luego no me interrogue.

—Daniela salió un momento, pero a lo que ella llega nos vamos. —Me da otro beso.

Ambos volteamos la vista a la puerta y vemos que se trata de Luisa, su secretaria, que entra con un ramo de flores amplio.

—Señor, le llegó esto.

Damián frunce su ceño, sin tener idea de quién pudo ser.

Lo miro de cerca y busco alguna nota para saber quién es la persona que lo envía.

—¿Quién las manda? —inquiere.

—No lo sé. Veamos la nota —le respondo—. Aquí está. —Agarro la tarjeta y la leo en voz alta—:“Un detalle especial en agradecimiento por tu grata presencia en Nuevo York de hace días. Espero que vuelvas en la fecha estipulada, que yo, como siempre, estaré esperándote en el mismo lugar de siempre, mi Damián…”—termino de leerla.

Ni siquiera me ocupo de voltear a verlo. No sé en qué pensaba cuando le di una oportunidad.

—Anton…

—Descuida. —Tiro la flores a la basura—. Escucha, Damián, dejaré los puntos claros entre nosotros. Me da igual quién es ella o lo que pasó entre ustedes. Digamos que me molesta un poco. El asunto es que ahora me importa poco, pero no sé si más adelante, cuando vuelvas a cometer un error, lo tolere. No permitiré que me faltes el respeto. Si nos vamos a dar la oportunidad de hacer que esto funcione, no lo vayas arruinar. No voy a ser la esposa a la que siempre le pegan los cuernos, ¿te quedó claro? —Asiente—. Bien, porque la próxima vez, no vuelves a verme jamás.

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