VALERIA
Paseaba nerviosa de un lado a otro de la asfixiante habitación, estaba que me comía las uñas y no había pegado ojo.
Mi mano acariciando protectoramente mi vientre.
Ahora, esta era mi prioridad, mantener a salvo a mi cachorro.
No me lo podía creer cuando nana me lo dijo, me parecía una mentira demasiado cruel, ¡pero pude “verlo”!, ¡ella me mostró con su magia la vida de mi bebé creciendo dentro de mí!
Una sonrisa apareció en mis labios sin que lo pudiese evitar, debía ocultarlo en lo profundo, nadie más se podía enterar, solo nana y yo lo sabíamos.
Mi vientre marchito de alguna manera había florecido, ella me dijo que ese era el milagro del amor verdadero, la sangre poderosa de su padre y mi poder despertando.
Incluso, me dijo que podía arreglarme el rostro, pero yo no quise.
Por supuesto que no me quiero quedar así para siempre, pero ahora, lo más conveniente es pasar desapercibida delante del Rey Vampiro.
— Aldric— susurré su nombre sentada en la cama, extrañándolo como loca.
Él pareció reconocerme, ¿será que al menos hará el intento de recuperarme? ¿Ahora me odiará por mentirle y engañarle?
“Amor, tendremos un cachorro” bajé mi cabeza con un nudo en la garganta, observando mi barriga aun plana.
Unos ruidos constantes en la puerta del balcón me hicieron sobresaltarme.
Me levanté como pude con esa maldit4 cadena apresando mi tobillo y caminé con lentitud y algo de temor.
Era como un picoteo. ¿Será nana?
Dijo que iría conmigo en el viaje, pero escondida de alguna manera, que el Rey Vampiro no podía saber que la vieja hechicera adivina, era mi aliada.
— ¿Nana? – susurré dando unos pasos, ¿por qué simplemente no entra como la vez pasada?
En un instante un fuerte viento se arremolinó en la habitación, las dos hojas de la puerta se abrieron de golpe, haciéndome cerrar los ojos un segundo, protegiendo enseguida mi vientre con las manos.
Escuché el aleteo y un graznido, abrí los ojos para ver a un hermoso cuervo con plumas negras que brillaban a la luz de la luna, entrar volando hasta mi posición.
Estiré las manos para agarrarlo en el aire y se posó cuidadosamente sobre ellas.
— ¿Nana, eres tú? – le pregunté acercando sus oscuros ojos a los míos, su respuesta fue algo extraña.
Su pico afilado acarició con cuidado mi mejilla, una y otra vez como si estuviese ansiosa.
— Estoy bien, nana, no me ha pasado nada desde que te marchaste – la pegué en la curva de mi cuello donde no dejaba de pasarme la cabeza y abanicar sus anchas alas, si seguía así se quedaría calva.
— Hahaha mira tus plumas, pareces una de esas aves despeluzadas.
Sonreí alisándole las negras plumas de la cabeza y el cuello, cerró los ojos complacida, supongo que a los cuervos también le gustan que lo acicalen, aunque ella no es un cuervo real.
No entiendo nada, sin embargo, agradezco tener su apoyo y me siento más segura con ella a mi alrededor.
— Cerremos la puerta, hay mucho viento – caminé hacia el balcón, pero al llegar ahí, volvió a graznar y voló hasta algo que brillaba en el suelo.
Salí al exterior y lo agarré en mis manos, parecía un antiguo collar con una larga cadena de plata.
La forma del colgante era exquisita, representaba a un cuervo volando sobre una media luna.
— ¿Quieres que me lo ponga? – le pregunté y graznó de nuevo.
¿De verdad no puede hablarme en la mente como hacen los hombres lobos?
Bueno, no me iba a poner en plan “Doña Perfecta” tampoco.
Tomé la fina cadena y me la puse alrededor del cuello ocultándola dentro del escote del vestido.
Cargué a mi cuervo guardián y regresé al cuarto cerrando la puerta, esperando a que finalmente, salieran los primeros rayos del sol.
En algún momento me quedé dormida, recostada al respaldar de la cama, abrazando a nana contra mi pecho y esperando a ese maldit0 vampiro.
¡BAM!
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Rey Lycan y su Oscura Tentación