VALERIA
— Mi señor está solo de paso, indíqueme el mejor sitio para descansar en este… singular pueblucho— escuché desde mi posición, rodeada por los guardias del Rey.
Parecía que no le gustaba llegar anunciándose, lo cual me pareció extraño, dado lo narcisista que se notaba que era.
— Por supuesto… claro, su señoría, por aquí está la mejor posada de nuestro pueblo – el hombre sonriente, casi en el puro hueso y la cabeza más despoblada de cabellos que este decrépito pueblo, enseguida comenzó a guiarnos.
Caminamos por las calles de piedras y mi mirada vagaba sutilmente hacia los viejos edificios que a penas se mantenían en pie.
La pobreza y decadencia en cada esquina, así como los ojos curiosos mirando detrás de las oscuras ventanas.
Nunca había estado en este Reino, ¿todos los pueblos serían iguales?
La verdad es que creo que hasta la manada más pobre del Reino de los Hombres Lobos era un paraíso comparado con este lugar.
— Esta es la mejor posada y también tienen un restaurante, el señor Arthur prepara los mejores caldos… — nos señala un edificio de dos plantas al finalizar la calle.
— Ya deja de parlotear y dime ¿dónde podemos encontrar a la bruja curandera del pueblo? – el guardia que habla en nombre del Rey le pregunta al guía, que de repente se queda callado.
Lo miro por debajo de la capucha, se ha puesto nervioso y su amplia sonrisa de dientes sucios se ha vuelto algo rígida.
— ¡¿Acaso eres sordo?!
— No, no, solo, hay una en el pueblo, Madame Augusta, vive bajando por esta calle, en una casa de color verde – responde enseguida después de la orden del vampiro.
— Bien, márchate entonces, que tu tufo molesta a mi señor – el guardia le hizo una señal con desprecio.
— Pero… yo… claro señor, feliz estancia – dijo bajando la cabeza y dando un paso al lado mientras la comitiva seguía.
Ya no se veía tan feliz y animado, me doy cuenta que estaba esperando al menos unas monedas por la guía desde el muelle.
— ¡Espere! – lo llamo cuando observo que se aleja arrastrando los pies, por una oscura esquina, se voltea con una expresión dudosa en su rostro.
— Iré a la casa de la Sanadora a llevar a Celine, mientras más rápido salga de este asunto, más pronto continuamos el viaje, ¿no? – le dije entre dientes al idiota del Rey, que me miraba con ojos rojos por debajo de la oscura capucha.
— Bien, no te demores, aquí te espero, querida – por alguna razón su frase y la sonrisa burlona en su rostro, me estaba dando muy mala espina - y recuerda Valeria, que esos collares no están de adorno en sus cuellos.
Me amenazó y tuve que respirar muchas veces, tragar mi odio y creo que después de Dorian, este hombre se había ganado el segundo puesto de los indeseables, incluso por encima de mi ex suegrita.
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