Resumo do capítulo 012. LOS CELOS DEL REY de El Rey Lycan y su Oscura Tentación
Neste capítulo de destaque do romance Hombre-lobo El Rey Lycan y su Oscura Tentación, GoodNovel apresenta novos desafios, emoções intensas e avanços na história que prendem o leitor do início ao fim.
VALERIA
Tiemblo al ver aparecer al Rey Aldric por la puerta, endemoniado y absolutamente enojado.
Me separo del Lycan que me curaba y mi instinto me da por acurrucarme contra la esquina de mi cama, tiritando y apretando las sábanas con fuerza contra mi pecho, como si eso me pudiese proteger de su furia.
— Solo le estaba dando medicina, señor – responde levantándose, dejando el brebaje en la mesita y girándose para enfrentarlo.
— Pudiste ordenarle esa tarea a una doncella, no te quiero cerca de ella – le dice gruñendo, su voz estridente y rara, como cuando estaba encadenado.
— Bien, solo quería ayudar, estaba a punto de morir.
— Hay muchas cosas que hablar sobre eso, ahora sale, llama a la Gobernanta. Quiero a todo el servicio de guardia en la cocina – le ordena y el guardián se marcha caminando hacia la puerta.
Los Lycans no son tan sumisos con Aldric como los demás, pero es obvio también la jerarquía entre ellos, el Rey, es quien los controla.
Al llegar a la entrada se gira sutil hacia mí y nuestros ojos se encuentran, su ceño fruncido y en contradicción.
— ¿Algo más que hayas olvidado, Quinn?
— No, señor – le responde y al fin se marcha cerrando la puerta, dejándome a solas con la bestia feroz que se gira hacia mí y camina paso a paso hasta la cama.
El enojo sale por sus poros y aprieto mis puños al punto de ponerse blancos los nudillos.
— Se… señor, yo no lo hice, por favor, créame – le suplico bajando la cabeza.
Su sombra me cubre como si me engullera y el colchón se hunde cuando se sienta en el borde.
Este camastro es estrecho, no importa cuanto me pegue a la pared, su muslo roza con mis piernas.
— Entonces, si eres inocente, ¿por qué te escapaste?, ¿estabas buscando un refugio, quizás con otro guardián? – toma mi barbilla y me hace mirarlo.
Sus ojos grises parecen acero que cortan mi voluntad, presagian peligro y la mano en mi mandíbula va descendiendo hasta mi cuello, donde se cierra sin apretar.
— No… yo… yo… la Gobernanta — a medida que se va acercando a mi rostro, creo que ver la muerte de cerca, solo un pequeño apretón y estoy fuera.
Ni siquiera coordino palabras y termino cerrando mis ojos. Odio ser tan cobarde ante la intimidación de este hombre.
— ¿Por qué? – su aliento sopla cerca de mis labios, percibo el calor de su piel cerca de la mía mientras me acorrala contra la esquina.
— Dime, Valeria, ¿por qué a mí me tienes tanto miedo y a él no? ¿Acaso no es un Lycan igual?
No entiendo de repente su pregunta, ¿me habla del guardián Quinn?
Compararlos, es como comparar el calor del sol con el hielo congelado de las montañas mortales.
— Abre los ojos y mírame, dime, si te he tratado bien, ¿por qué siempre crees lo peor de mí?
— Su… su majestad…
— Odio que me digas su majestad – susurra y elevo al fin mis párpados cansados.
El corazón me late desenfrenado cuando encuentro su masculino rostro a solo centímetros del mío.
¿Acaso no le dan asco mis cicatrices?
Me da la ilusión de que nubes de tormentas se arremolinan en su mirada y una bestia acecha en las profundidades.
— Pensé… pensé que no me creería, usted me acusó de envenenarlo, en la mazmorra… y ese hombre, me dijo que usted ordenó sacarme de la manada y que me dieran un escarmiento.
— ¡¿Qué?! —ruge de repente con la ira envolviéndolo – No me digas… no me digas que le creíste, ¿de verdad piensas que ordenaría a alguien violarte y golpearte? ¡Dime Valeria!
Intento controlar los latidos de mi corazón que resuenan como un tambor y estoy casi segura de que él puede escucharlos.
Al fin se incorpora un poco y suelto el aire contenido en mis pulmones, sentándome también más firme.
No entiendo que va a hacer hasta que lleva su mano al brebaje y luego lo veo aparecer frente a mi boca.
— Bebe – me ordena.
— Su maj… señor, no tiene que hacerlo, puedo sola – intento subir las manos llenas de vendas para quitarle el bol.
— No vi que te resistieras a Quinn, ¿acaso quieres que lo llame a él para que te dé la medicina? – no necesito ser muy aventajada para negar enseguida a esa opción con amenaza incluida.
La fría porcelana toca mis labios entreabiertos y bebo poco a poco la amarga medicina.
Pienso que me va a alimentar rudamente, como todo en él, sin embargo, me asombro por lo concentrado que está y lo delicado que inclina cada vez el bol.
Toma un pañuelo dejado sobre la mesita y limpia suavemente las gotas que escapan desde mi comisura.
Una calidez se expande por mi pecho y supongo que es el efecto del medicamento.
Su majestad Aldric, ¿por qué es un hombre tan complicado?
Sus acciones, la verdad, es que nunca las puedo entender.
*****
Voy camino al área de la servidumbre.
No por mis propios pies, sino en los brazos del Rey Lycan, ¿cómo llegamos a esto exactamente?
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