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VALERIA
— ¡Su ma…!
— ¡Ni se te ocurra! – Aldric le ladró enojado y los labios del hombre se cerraron como si tuviesen pegamento.
He descubierto que le gusta pasar desapercibido y no decir su título por todos lados.
El recién llegado se quedó congelado en el medio de la instancia y los comensales de las mesas no se atrevían a mirarnos de manera directa, pero era obvio las orejas paradas para enterarse del chisme.
— Valeria sube a la habitación —su voz grave me ordenó y asentí, viéndolo marcharse hacia la salida con ese hombre lobo que, a pesar de su sumisión, parecía ser un Alfa.
Subí las chirriantes y viejas escaleras hasta el tercer y último piso, en lo que el mozo buscaba el equipaje.
Caminé por el estrecho pasillo en dirección a la puerta del cuarto “más grande” disponible, según el número en la llave.
— No puede ser – murmuré a punto de querer halarme los pelos— Estoy fastidiada.
Pensé, quitándome la capa y mirando la camita pequeña arrinconada a una pared.
Frente a mí, una puerta con cristales que daba acceso a un pequeño balcón y un biombo que dividía el área de dormir con una rústica tina de madera.
Con el Rey solo, ya este cuarto estaría lleno, imagínate con una persona extra.
“¿Tendré que dormir dentro de la bañera?”
Me dirigí resignada a la puerta del balconcito y la abrí, observando a lo lejos la pequeña y antigua manada, llena de casas de madera con altas chimeneas, de donde salía el oscuro humo.
Estábamos en medio de un valle rodeado de montañas.
Por alguna razón, me recordó a mi manada original, donde había nacido y murieron mis padres, ese trágico día tan confuso para mí.
— ¿Tan malo es compartir habitación conmigo, que tienes esa cara de que ha muerto alguien?
Un susurro ronco se escuchó de repente en mi oído, haciéndome tensarme y sacándome de mis pensamientos.
— Su majestad no va a tener privacidad ni espacio…
— No me digas su majestad – me rectifica, pero no se separa ni un milímetro y siento su respiración pesada caer sobre mi cuello.
— Yo puedo decidir muy bien si estoy incómodo o no, además ¿qué tanto te preocupa? ¿Tienes miedo de que me aproveche de ti por la noche?
Agrega en un tono ronco y sexy, pero a mí, eso solo me parece un chiste de mal gusto.
— ¿Por qué el Rey se aprovecharía de su fea doncella, cuando puede tener a cualquier mujer hermosa en su cama? – bajé la mirada al suelo.
Las palabras salieron con más amargura de lo que pretendía.
Mi cintura fue capturada en un segundo por una mano masculina y fui girada para estar de frente al Rey Aldric.
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