El Rey Lycan y su Oscura Tentación romance Capítulo 24

ALDRIC

— Estaban buscando a una mujer que pudiese leer lo que decía en el Altar, Adele las probaba a todas locales y visitantes, ¡ni siquiera sabíamos que había algo escrito ahí!

— ¡Yo lo hice para proteger a mi familia, usted hubiese hecho lo mismo!

— ¡Yo hubiese pedido ayuda, idiota! ¡Los vampiros son los seres más traicioneros que existen! ¡¿Para qué carajos están los Guardianes entonces?! – le rugí casi bestializado, esto era mucho más serio de lo que me imaginaba.

— ¡Entregaste una reliquia sagrada de nuestra raza, engañaste a mujeres inocentes y estabas dispuesto a dejarlos tener nuestros secretos! ¡¿De verdad pensaste que tu familia o tú saldrían ilesos de esto?!

Continuó llorando y diciendo que lo había hecho por sus hijas, pero mi paciencia se había acabado y lo que más preocupaba, era a dónde se llevaban a Valeria.

— Dime dónde están los vampiros – le pregunté con voz mortal.

— No, no sé bien, siempre eran muy misteriosos, nunca conocí al jefe, nos reunimos en una cabaña vieja cerca del lago …

¡FUAS!

Le corté la cabeza sin miramientos, este Alfa imbécil ya había vivido demasiado, me era inútil y sus errores, eran imperdonables.

Comencé a correr hacia el lago, dejando la sangrienta escena detrás, solo su mujer quedó viva y porque necesito interrogarla también luego.

Me guiaba por el aroma raro que dejaron para camuflar su pestilencia de los hombres lobos, pero yo soy un Lycan, de mí, no se pueden ocultar tan fácil.

Mi cuerpo cambiando mientras corría bajo la luz de la luna y cogía impulso para saltar un ancho y profundo precipicio.

Un rugido salvaje se escapó de mis fauces abiertas. Quien se haya llevado a mi doncella, lo pagará bien caro.

*****

VALERIA

Los vampiros hicieron tratos con traficantes de nuestro reino, vendiéndonos a bajos precios para luego sacarnos más ganancias en esa subasta clandestina.

Nos movieron del sitio original, todas subidas como animales encima de una carreta.

Transitamos por zonas boscosas, alejadas de los límites de las manadas, a través de la oscura noche.

Las mujeres a mi alrededor tenían los mismos rostros de desesperanza, de miedo por su futuro.

Yo solo me refugiaba en una esquina, hecha un ovillo, el dolor sensible en mi vientre y mis senos comenzaron también y las sudoraciones.

No sabía que me había hecho esa desgraciada exactamente, pero se parecía al celo por el que pasaban las mujeres lobas, o al menos eso creía, yo no he pasado por ninguno.

A pesar de mi voluntad y mi resistencia, la braga estaba mojada y mi coño palpitaba tembloroso, pidiendo la penetración de un hombre.

— Quisiera ahora ser como esa mujer desfigurada, no tendrá que servir en la cama a ningún asqueroso.

— ¿Quién se va a fijar en ella? Seguro nadie la compra.