El Rey Lycan y su Oscura Tentación romance Capítulo 25

Resumo de 025. MI LYCAN: El Rey Lycan y su Oscura Tentación

Resumo do capítulo 025. MI LYCAN do livro El Rey Lycan y su Oscura Tentación de GoodNovel

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ALDRIC

No sabía cuántos podrían estar en el viejo edificio, pero entré rugiendo, dispuesto a cortar cabezas.

Muy tarde; había llegado un paso tarde. Se notaba que habían salido corriendo de este sitio. Ya debían saber que los había descubierto.

Me transformé en humano y caminé por los oscuros pisos subterráneos, desesperado, pateando puertas e inspeccionando todo.

Habían dejado cadáveres por todos lados. Los idiotas que se atrevían a hacer tratos con los vampiros siempre terminaban así.

Mi corazón latía con miedo, algo que no sentía desde hacía mucho tiempo, y más aún cuando finalmente percibí su olor.

Corrí, bajando unas estrechas escaleras por un pasillo en penumbras, hasta una enorme celda.

Muchos olores femeninos se mezclaban allí y, entre ellos, el de Valeria; sin embargo, no había rastro de ella.

Vi un cuerpo agonizando en una esquina sucia y me acerqué.

Era una mujer rubia, tenía una horrible herida en el estómago, no se iba a salvar.

Al agacharme, me di cuenta de que esta debía ser la hija mayor de ese idiota Alfa. Era lógico que terminaría así.

— ¡¿A dónde llevaron a las mujeres de aquí?! ¡DIME! – utilicé todo mi comando superior, la máxima compulsión, porque igual iba a morir.

— Su… bas…ta… — fueron sus últimas palabras antes de fallecer.

La llevaron a vender como esclava, al estar fuera de la protección de una manada, como si fuese una pícara exiliada, pero se equivocaron y mucho.

Esa doncella cuenta con mi maldit4 protección, es mía. Encontraría su paradero como fuese y le arrancaría la cabeza a los maldit0s que la tocaron.

Salí al fin de esa guarida de vampiros convertido de nuevo en mi Lycan, alcé la cabeza y busqué el delicioso olor espeso a chocolate amargo de Valeria.

La subasta podía ser en muchos sitios ocultos y abandonados cerca de aquí, la verdad es que había un caos de olores a mi alrededor.

No quería equivocarme y perder tiempo.

En eso, algo muy extraño sucedió, la luz de la luna comenzó a ser tapada por una enorme bandada de cuervos que graznaban alterados.

Daban vueltas una y otra vez sobre mi cabeza, para luego irse volando en una dirección.

Los seguí sin pensarlo, movido por mis instintos, pensando que esto era una ayuda de la Diosa para encontrar a Valeria.

Solo que una vez más llegué tarde, ya había sido vendida a un hombre.

— Dame los datos de ese hombre ¡AHORA! - tenía alzado desde el suelo al dueño de este cuchitril.

Los tratos ilegales de esclavos estaban prohibidos en el reino, pero mientras hubiese compradores, siempre habría vendedores secretos.

— Es… es esta la información… señor… no, no por favor, le di lo que quería… ¡espere! ¡NOOO!…

Bajé mis garras manchadas de sangre y salí de la oficina del gerente.

A mi paso cadáveres quedaron de cuando irrumpí y los asesiné a todos y cada uno de ellos.

Gritos, improperios se escuchaban y los hombres intentando detener el avance de los animales.

Mi cuerpo pasó por encima de un rastro de sangre, una de las doncellas había muerto y posiblemente, yo lo haría también.

La cadena se enredó en rueda trasera y se acortaba cada vez más, para estrangularnos y al final, pasarnos por encima.

Un grito horrible se escuchó de la esclava antes de mi posición.

“Diosa, cómo es que siempre me tienes al filo de la muerte, ya apiádate de mí, dame el final, por favor”

Supliqué con las lágrimas bajando por mis ojos, cansada de luchar, pero la respuesta que obtuve fue un rugido que congeló los cielos y detuvo a los caballos del puro miedo.

Era un Lycan, el rugido de un poderoso Lycan.

Pasos retumbantes se acercaban a mi maltrecho cuerpo en agonía, tirado en el suelo, respirando agitada.

Abrí mis ojos llenos de bruma y observé la mejor versión de los hombres lobos, la evolución final de su raza, invencible y fiero, sanguinario y despiadado.

— Aldric… — lo llamé en un susurro con un nudo en la garganta, quebrándome al fin y echándome a llorar sin control.

El colosal Lycan bajó su postura con una suavidad increíble y sentí como abrió a la fuerza el collar de mi cuello en carne viva.

Sus musculosos brazos me cargaron varios metros sobre el suelo, con cuidado de no lastimarme con las garras, como una pequeña muñeca rota.

Me aferré a su cuerpo lleno de un pelaje áspero y lo abracé, llorando desconsolada sobre su ancho pecho.

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