Resumo de 042. EL PASADO DE ALDRIC – El Rey Lycan y su Oscura Tentación por GoodNovel
Em 042. EL PASADO DE ALDRIC, um capítulo marcante do aclamado romance de Hombre-lobo El Rey Lycan y su Oscura Tentación, escrito por GoodNovel, os leitores são levados mais fundo em uma trama repleta de emoção, conflito e transformação. Este capítulo apresenta desenvolvimentos essenciais e reviravoltas que o tornam leitura obrigatória. Seja você um novo leitor ou um fã fiel, esta parte oferece momentos inesquecíveis que definem a essência de El Rey Lycan y su Oscura Tentación.
VALERIA
Liberada de mi tarea y sin la gobernanta vigilando, decidí escabullirme con la excusa de acomodar las ropas en el closet del Rey.
Así que agarré una cesta con sábanas limpias y caminé al interior del castillo.
Llegué frente a la puerta de ébano y dudé un poco en si pasar o no a la guarida del lobo.
“Vamos Valeria, qué tontería, solo cumplieron el acuerdo y ahora es tiempo de volver al terreno profesional, trabajadora y empleador. Yo soy la doncella y él es el Rey”.
Me dije sacando pecho, porque si cada vez que Aldric y yo tuviésemos intimidad, por el trato, me comportaba como una chiquilla, entonces esto estaba destinado a fracasar.
Entré con mi rostro bien serio y avancé hacia el cuarto con las piernas hechas gelatinas.
Toqué suavemente, pero nadie me respondió, así que empujé la puerta y entré en la alcoba de su majestad.
El olor delicioso a vino enseguida asaltó mis sentidos, este era su espacio privado, íntimo y todo aquí olía como a Aldric.
Caminé hacia el enorme guardarropa y empecé a acomodar las sábanas y algunas camisas.
Me sumergí tanto en mis labores que pasó el tiempo y me calmé por completo, miré complacida al guardarropa y cómo había logrado poco a poco acomodarlo a mi manera.
De repente, algo en el suelo me llamó la atención, al ser blanco y estar en medio de la oscuridad era muy evidente.
Caminé hacia el final de la habitación, casi nunca me internaba hasta esta parte más angosta porque estaban las joyas del señor, los anillos de piedras preciosas, gemelos de oro, todo lo más costoso y no quería que pensara que estaba fisgoneando en sus cosas de valor o que se perdiera un artículo.
Me agaché, tomándola y parecía el papel de una vieja imagen, al voltearla me asombré un poco.
Era una hermosa mujer de cabello negro corto, elegante, con vestido azul marino, abrazada a un hombre mucho más grande que ella, de cabello rojo oscuro, que la besaba en los labios.
No era el hecho de estarse besando, sino el amor que se desbordaba de esta sencilla imagen entre esas dos personas.
Obviamente, a mí no me mostraría ese tipo de sentimientos.
Por último, dos bebés hermosos de cabellos rojos estaban pintados, acostados sobre el pecho de Aldric mientras los dormía tiernamente en una mecedora.
Tragué el nudo en mi garganta y puse el libro de nuevo en su sitio, exactamente como estaba.
En vez de irme de una vez, al final terminé revisando una de las pequeñas cajas de abajo, estaba llena de mantitas y ropa de bebé bien protegida.
Saqué un enterizo pequeñito, azulito y me quedé mirándolo con tristeza, recordando mi propio bebé al que ni siquiera pude comprarle nada de ropa.
— ¡Qué estás haciendo revisando mis cosas privadas, Valeria! – el rugido enojado del Rey a mi espalda me hizo temblar de pie a cabezas por el miedo.
Coloqué deprisa la ropita en su sitio y me giré temblando, separándome de ese sitio secreto, para enfrentarme a su ira.
— Lo… Lo lamento su majestad, se cayó una foto y yo solo la acomodaba… — mientras me justificaba con la cabeza abajo, sentí sus pasos apresurados, acercándose.
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