El Rey Lycan y su Oscura Tentación romance Capítulo 44

VALERIA

Da su espalda y se marcha al fin, dejándome por completo sola, mirando a la nada y pensando en sus palabras.

Me levanté antes de que anocheciera, no me quería quedar sola tan pegada a ese bosque tenebroso.

Colgaba unas enormes sábanas blancas en los tendederos, tenía que subirme en un banquillo para llegar a la cuerda y poner las pinzas de madera.

La brisa fría batía, haciéndolas ondear y refrescando también mi mente.

Bajo mi cabeza para rebuscar más pinzas en el delantal que llevo y cuando la levanto, lo veo.

Del otro lado de la sábana, la enorme sombra de un lycan está de pie, sin hablar y sé muy bien que es él.

La brisa sopla desde el bosque, suena como un lamento triste al filtrarse por las ramas de los árboles.

Me quedo por unos segundos mirando esa temible y poderosa presencia y sé que el Rey también me observa desde el otro lado.

Él tuvo todas sus razones para enojarse, como bien me gritó, yo no tengo el derecho de tocar las cosas preciadas de sus seres queridos.

Solo soy una doncella intrusa.

Giro mi espalda sin hablarle, como si no supiera que está ahí y camino hacia el castillo para internarme en ese oscuro sitio, que ya no sé si es mi hogar o mi prisión.

*****

Al otro día, volví a ser un mueble en el cuarto del Rey, no hablar, no mirar, ni escuchar.

Me limité a hacer mecánicamente mis cosas, el ambiente tenso e incómodo era más que obvio y la verdad, solo tenía ganas de irme, de buscar otra manera de sobrevivir.

Pero recordé también que estaba hechizada y que mi mejor chance para encontrar la cura, era cerca del poder del Rey Aldric.

Recordaba muy bien esa sensación de extrema necesidad, que parecía estarme quemando viva por dentro y no quería ser la presa de ningún desgraciado en uno de esos ataques.

Es mejor un mal conocido, que un bueno por conocer.

— Valeria, recibí una invitación para ir a la manada de “Silver Lake” y aprovecharemos para buscar pistas del siguiente Altar, prepara todo para irnos pronto – me dice mientras estoy terminando de recoger la mesa del desayuno y asiento ante su orden.

Tomo la bandeja y me voy a retirar cuando siento su mano agarrando mi brazo, acercándome a su pecho.

— Espera, Valeria, tenemos que hablar – su aliento caliente cae sobre mi oreja, pero intento dar un paso al lado, alejarme de su dominio, solo que él me sujeta fuerte y no me permite escapar.