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Chave de pesquisa: El Rey Lycan y su Oscura Tentación 053. SECUESTRO
VALERIA
No sé qué tanto misterio se trae el Rey, espero que no esté tramando otra de las suyas para enredarme en sus trampas de casanova.
— Srta. Valeria, me estoy haciendo pipí – me dice de repente la tímida voz, tirando de la manga de mi vestido.
— ¿Ahora? ¿Puedes aguantar un poquito hasta que venga tu papá? – le pregunto, pero me dice que no, moviéndose inquieto sobre la silla de ruedas.
“Ay Diosa, ¿ahora cómo soluciono esto?”
Pienso en llevarlo a unos arbustos en el bosque, pero pregunto a la señora sentada a mi lado y me dice que hay baños públicos en una dirección.
Agarro la sillita de Edward y caminamos hacia allí.
Se encontraba en una de las calles cerca a la plaza, al final de un callejón.
Pero al llegar y ver a los hombres entrando y saliendo por una vieja puerta de madera que decía “Baño Comunitario”, tuve otro problema.
¿Cómo voy a entrar a un sanitario lleno de machos?
Eso es imposible, así que iba a por la opción de llevarlo al de las hembras que estaba al lado.
— Espere, no puedo entrar, mamá dice que los machos no pueden entrar ahí – me detiene al ver mis intenciones.
— Pero Edward, no puedo pasar al baño de hombres, por eso te decía para esperar a tu papá, ¿cómo has hecho pipí otras veces con tu mamá? – me dice que la única vez que vino, pasó con un mozo de la mansión, pero hoy solo estamos él y yo.
Se mantiene en sus treses de que no entrará con las niñas.
Uf, esto de la maternidad a veces no es divertido y estoy llamando un poco la atención parada en el medio y con mi rostro “peculiar”.
— Sra. yo puedo ayudar a su cachorro, también ando con el mío, es difícil para las hembras llevarlos a los sanitarios – me dice un hombre sonriendo y veo que a su lado de verdad hay un niño de unos 10 años que mira curioso a Edward.
Dudo por unos segundos, parece que Edward no es muy conocido, no veo que lo miran raro por ser el hijo del Alfa, quizás ni lo reconozcan porque nunca sale de su mansión en la colina.
— Se lo voy a agradecer, lo espero aquí afuera – le paso la silla algo inquieta, confiando en que el hombre no parece mala persona y anda también con un niño.
Me froto las manos esperando afuera, apartada en una esquina, estoy nerviosa mientras veo a las personas entrar y salir, espero no haber cometido un error.
Enseguida me acerco cuando lo veo saliendo con su hijo, buscando con la mirada la silla de ruedas que no se ve por ningún lado.
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