El Rey Lycan y su Oscura Tentación romance Capítulo 64

VALERIA

Me quedé dormida un poco más.

Sin embargo, aunque el Rey me dijo que descansara todo el día, la verdad no soy de pasarme tantas horas en la cama.

Caminé hacia el baño a lavarme sintiendo el crujir de mis músculos adoloridos por tanta actividad física.

Mis muslos sensibles y ni hablar de mis partes íntimas.

Sin embargo, sonreí como una tonta frente al espejo, sonrojada y satisfecha, pasando los dedos por las cicatrices de mi rostro y mis labios hinchados.

No sabía si eran ideas mías, pero las veía menos marcadas y horribles, debía ser por su sangre tan deliciosa que me encantaba.

Me sentía sexy y deseada, observando las huellas de sus manos ya desapareciendo de mi piel.

Ese lycan me hacía sentir viva, la mujer más hermosa del mundo.

Me vestí y decidí visitar al pequeño Edward y bajar a buscar a Celine, la hermana del guardián Quinn.

Lo de la nota no fue muy inteligente, así que aunque no nos caigamos bien, no me queda de otra que confiar en ella si quiero transmitirle lo que encontré.

¡PAF!

Escuché el sonido de una bofetada y algo cayendo al suelo cuando me disponía a tocar en la puerta del cuarto del niño.

A través de la rendija se escapaban las palabras de odio de su madre.

— No finjas ahora de un momento a otro ¿qué pretendes? ¡No te parece suficiente jugar con nuestra cordura todos los días! ¿Qué quieres, que el Rey nos ejecute a todos, maldito engendro?

— Mamá no me pegues… uuuwww… ¿por qué no me quieres y solo prefieres a mi hermano? Soy tu niño pequeño mamá, soy Edward… aahh…

Se escuchaba el llanto de Edward y palabras cargadas de odio de la Luna.

Apreté mis manos llena de rabia y toqué con fuerza la puerta interrumpiendo el intercambio en el interior.

Ella enseguida abrió y se asustó al verme, me imagino la cara de enojo que llevaría.

— Vine a pedir permiso para sacar al pequeño Edward en un paseo, ¿será que su buena madre me lo permite? – le pregunté intentando no filtrar el sarcasmo entre mis dientes, al final era un asunto de familia y yo seguía de intrusa.

— Haga lo que desee – me respondió frunciendo el ceño y pasando a mi lado para agregar en voz baja, casi un susurro.

— Tenga cuidado, Señorita, aquí nada es como parece. Su generosidad puede llevarla a un triste final.

La miré sin comprender, pero ella siguió su camino.