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La Genio Anónima: Mi Esposo Firmó el Divorcio Sin Saber Quién Soy romance Capítulo 196

La gala de caridad en el Palacio de Bellas Artes era el epítome de la elegancia.

El gran vestíbulo de mármol estaba lleno de la flor y nata de la sociedad mexicana. El aire vibraba con el murmullo de las conversaciones y el suave sonido de un cuarteto de cuerdas.

Camila Elizalde se movía por el lugar con una gracia y una confianza absolutas.

Como una de las anfitrionas principales del evento, su presencia era un imán. Los filántropos la buscaban para ofrecerle donaciones. Los políticos la saludaban con un respeto que iba más allá de la mera cortesía. Era una igual.

Alejandro Alcázar estaba allí, pero su rol había cambiado.

Había sido invitado por un antiguo cliente, un gesto de lealtad a los viejos tiempos. Ya no era el sol alrededor del cual giraban todos los planetas. Era solo uno más entre la multitud. Un espectador.

Sus caminos se cruzaron por casualidad, cerca de una imponente escultura de bronce de Zúñiga.

Se encontraron de frente, la multitud abriéndose por un instante para crear un pequeño escenario íntimo en medio del caos.

La conversación fue breve. Tranquila. Cordial.

No había tensión. No había resentimiento.

Solo una distancia tan vasta e insalvable como el océano.

—Te ves bien, Camila —dijo él, su voz era un murmullo bajo—. El éxito te sienta.

No era un cumplido coqueto. Era una observación. Un reconocimiento de la verdad. La mujer frente a él estaba radiante, no por su vestido, sino por una luz interior que él nunca antes había visto. O que nunca se había molestado en mirar.

Ella le dedicó una pequeña y serena sonrisa. Una sonrisa que no guardaba rencor, pero que tampoco ofrecía perdón.

—Estoy bien, Alejandro —respondió, y él supo que era la verdad más honesta que le había dicho en años—. Estoy feliz.

Hizo una pausa, y su mirada se suavizó por una fracción de segundo, un destello de una compasión que él no merecía.

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