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La Genio Anónima: Mi Esposo Firmó el Divorcio Sin Saber Quién Soy romance Capítulo 185

Alejandro se encontró en un territorio completamente desconocido: el tiempo libre con su propia hija.

Tras el rechazo en el jardín, se había dado cuenta de que el camino hacia Camila estaba cerrado. Pero quizás, solo quizás, podía reconstruir el puente a través de Isa.

—Princesa —le dijo al día siguiente—, ¿qué te parece si hoy tú y yo hacemos algo especial? Lo que tú quieras.

Isa, sentada en el suelo de la sala, rodeada de sus juguetes, levantó la vista. No había el entusiasmo de antes en sus ojos. Solo una cautela que le estrujó el corazón.

—¿Lo que yo quiera?

—Lo que tú quieras —confirmó él, forzando una sonrisa—. ¿El zoológico? ¿Una película?

La niña lo pensó por un momento.

—Tengo que preguntarle a mami.

La respuesta, tan simple y tan devastadora, lo dejó sin palabras. Su propia hija necesitaba el permiso de su madre para pasar tiempo con él.

Sacó su teléfono y le envió un mensaje de texto a Camila, sintiéndose como un adolescente pidiendo permiso para una cita.

"Isa y yo vamos a salir. Solo para que lo sepas."

La respuesta de ella fue casi inmediata.

"De acuerdo. Que se divierta."

Era una aprobación, pero desprovista de cualquier calidez. Una simple transacción.

Fueron a un restaurante de lujo que tenía un área de juegos. Alejandro pensó que era una elección segura.

—¿Qué quieres comer, cariño? —le preguntó, entregándole el menú infantil.

Isa lo miró, confundida.

—No sé leer muy bien esto, papi. Pídele a mami. Ella siempre sabe lo que me gusta.

Alejandro sintió una punzada de vergüenza. No tenía ni idea. ¿Le gustaban los macarrones con queso o los nuggets de pollo?

Llamó al mesero y ordenó ambos, esperando acertar.

La conversación fue un campo de minas.

—¿Y qué tal la escuela? ¿Has hecho nuevos amigos?

—Sí. Se llama Sofi. Su mamá es amiga de mi mamá.

Cada respuesta, cada referencia, volvía a ella. Era como si Camila estuviera sentada con ellos en la mesa, una presencia invisible que dominaba cada aspecto de la vida de su hija.

—Porque ya no quiere vivir con nosotros. Porque nunca me contesta el teléfono. ¿Es porque me porté mal?

Las lágrimas comenzaron a brotar en sus ojos.

Y en ese momento, Alejandro se vio forzado a hacer algo que nunca había hecho antes.

Se vio forzado a defender a la mujer que había despreciado.

Se arrodilló frente a su hija, tomándola por los hombros.

—Escúchame bien, Isa. Tu mamá no está enojada contigo. Nunca.

Su propia voz sonaba extraña, llena de una convicción que lo sorprendió.

—Tu mamá... está haciendo algo muy, muy importante. Está construyendo algo nuevo, algo grande. Como cuando papá construye un edificio. Necesita mucho tiempo y mucha concentración.

—¿Más importante que yo?

—No —dijo él, y esta vez, las palabras salieron de lo más profundo de su ser—. Nada es más importante que tú. Para ninguno de los dos. Pero para que ella pueda construir ese futuro, necesita un poco de espacio ahora. ¿Entiendes?

Se dio cuenta, con una amarga ironía, de que para ganarse de nuevo a su hija, primero tenía que enseñarle a respetar a la mujer que él mismo había pasado años sin respetar.

Le secó las lágrimas con el pulgar.

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