Claudia
Maldición me he metido en un lío solo por apoyar al desgraciado culpable de mi mala suerte, lo odio debería regresar y contar la verdad a todos los presentes para que se den cuenta del tipo de persona horrible que es. Me detengo en medio del pasillo y giro sobre mis talones determinada a terminar con esta mierda cuando por instinto levanto la mirada y en la pared de frente un gran retrato llama mi atención, es de una mujer joven muy hermosa con algunas similitudes a mí, pero supongo que el color de mis ojos es muy común además de que muchas mujeres son delgadas y con cabello castaño, ella no lleva los reflejos como en el mío, en su mano luce un anillo que supongo es de matrimonio por el lugar que ocupa, la forma de un infinito que se une en el centro por la parte superior y que se parece al que ahora yo llevo.
Me acerco a la pintura, me intriga saber quién es esa mujer y porque hay un retrato de ella en esta casa. Su collar, lo llevo puesto, un gran valor sentimental. Maldito narcisista.
—Señora, el señor solicita su presencia —la voz de la señora Clara me asusta y me hace soltar una mala palabra, hace rato, me retiré, no podía seguir soportando a tanta gente hipócrita caminando a mi alrededor tratando de entablar conversaciones vacías conmigo.
Me mira en desaprobación.
—Es su culpa, ¿Por qué demonios sale de la nada sin avisar? —cuestiono—. ¿Quién es esa mujer? Y ¿Por qué debo usar sus anillos y su collar? —digo suponiendo que el de compromiso también le pertenece. Me siento como un reemplazo, como si estuviera usurpando el lugar de alguien más, el infeliz me compro porque me parezco a esa mujer.
—Espere a que su esposo le explique, señora, ahora vuelva a la fiesta y no lo haga esperar más —dice guiándome hacia las escaleras.
Bajo de forma mecánica, sin sentir que mi mente y cuerpo se encuentran conectados en este momento, será una reliquia familiar y esa mujer puede ser la madre de mi esposo, imposible parece más una ex, por alguna razón siento que saber lo que oculta este anillo me hará desear nunca haber aceptado hacerme pasar por la esposa feliz y amada que no soy realmente.
—Querida, has regresado —la voz de mi esposo me despierta a la vez que pasa su mano por mi espalda.
Me sonríe con insistencia indicando que lo haga también. Lo hago cuando recuerdo el motivo del teatro.
—Lo siento, venía pensando en algo —me disculpo.
—Estaba a punto de subir por ti amor —hipócrita—. Sabes que odio estar tanto tiempo alejado de la mujer que llena de felicidad mis días —maldito me has tenido dos años encerrada en este maldito lugar.
—Eres un exagerado, pero te puedo aconsejar que utilices las mismas tácticas que usas cuando vas a trabajar —busca a tus zorras para que llenen el espacio vacío, bastardo.
—¡Qué hermosa pareja hacen juntos! —alaba la persona frente a nosotros—. Se nota el amor a leguas, espero que los hijos lleguen pronto —sonríe y borra mi sonrisa.
—Llegarán cuando tengan que llegar, mi esposa aún es muy joven y a ella le encantaría estudiar una carrera antes y empezar su propia empresa —dice mi esposo para salir del atolladero.
—Exacto, aún tenemos tiempo para planificarnos —apoyo su comentario, por nada en el mundo pienso atarme más a él con un hijo.
Mientras mantenemos una plática amena con los invitados, me prendo del brazo de mi esposo y me encargo de incordiarlo lo más que puedo haciendo distintas muestras de amor a cada instante, sus bufidos en mi oído me dejan en claro lo molesto que esta. Si yo no la paso bien, él tampoco lo hará, no se lo permitiré.
Es increíble la cantidad de personas y mucho más increíble, me parece que todas estas personas estén aquí únicamente para recibir un beneficio, mi esposo es una persona bastante solitaria por lo visto, es probable que a eso se deba la frialdad de su trato.
Las personas presente solo son parte de la empresa, socios, representantes, amistades con mucho dinero ni un solo familiar suyo presente. El salón está decorado exquisitamente, arreglos florales hermosos, las mesas esparcidas adecuadamente y servidas con elegancia. Las personas se pasean de un lado a otro entre charlas animadas y aburridas por igual, mi esposo no me deja sola ni un solo instante y me arrastra junto a él para donde sea que camine. En realidad no nos movemos mucho, las personas parecen muy interesadas en que él les preste atención. Un rato después nos quedamos a solas él y yo, por lo que aprovecho para descongelar mi sonrisa y tomar asiento, ya no siento los pies.
—Si no quieres que te destruya, será mejor que nunca más en tu maldita vida le vuelvas a poner un dedo encima a mi mujer —rechista con los dientes apretados.
—Será mejor que se retire, no es bienvenido en este evento —intervengo asustada por la reacción del señor Mobasseri.
—Nos volveremos a ver —dice viendo directamente a mis ojos antes de desviarlos hacia mi esposo, al tiempo que se pone de pie y se retira.
No sé para quién fue esa última promesa, supongo que mi esposo es muy probable que esta noche se haya ganado un enemigo.
—No te quiero cerca de ningún otro hombre a menos que yo lo autorice —rebate en mi contra antes de ponerse de pie y retirarse gritando que la fiesta se ha terminado.
Los sirvientes empiezan a conducir a las personas a la salida mientras otro grupo se dedica a recoger la vajilla, yo estoy sentada en el mismo sitio muda sin saber cómo reaccionar, ¿De verdad le molesto tanto que otro tipo se me acercara? No me conoce, nunca ha estado a mi lado, entre nosotros no hay amor, ¿Por qué su ataque de celos?
—No te preocupes, hija, los hombres celosos siempre reaccionan de esa manera, pero debes estar segura de que nunca te hará daño —dice la señora Clara sacándome de la impresión. Asiento y después de un abrazo en el que me obliga a incorporarme, me pide que suba a mi habitación.
Para nada creo que sean celos, más bien pareció una humillación a su ego de hombre, que otro tipo esté tocando a la mujer que te pertenece siempre les altera. Me parece absurdo que me prohíba tratar con otros hombres cuando primero que todo, estoy encerrada en estas cuatro paredes sin oportunidad de salir y segundo él se la pasa de cama en cama con otras mujeres y en tercero no soy ninguna de esas mujerzuelas a las que acostumbra a frecuentar.
Subo en completo silencio tratando de escudriñar su reacción, aunque desde que entro a mi habitación todo en él se me hace extraño y confuso, primero me miraba con ganas de comerme, luego se comportó tan patán y ahora es un hombre celoso, bipolar es la definición perfecta para ese hombre.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Obligada A Amarte