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Obligada A Amarte romance Capítulo 8

Claudia

Me suelto a llorar una vez me he quedado a solas con la señora Clara, me siento una completa estúpida ¿Cómo pude pensar que podría escapar de este lugar? Lo único que hice fue mostrarle al demonio de mi esposo lo vulnerable que soy, la única esperanza que tenía para poder mover libremente dentro de esta prisión la acabo de perder por no pensar con más claridad mi estrategia. La señora Clara me consuela mientras me ayuda a entrar al baño para lavarme la suciedad, sus duras palabras se repiten en mi cabeza una y otra vez haciendo más intenso y profundo el dolor.

Si no ha sido por él, quizás me hubiese ido peor, sola en la intemperie y lastimada como estoy no iba a lograr mucho, aunque lo que más me duele es mi orgullo, ese imbécil no deja de recordarme a cada instante que él me compro, que soy su mercancía. Lo odio con todas mis fuerzas, jamás le perdonaré ni a él ni a mi familia lo que han hecho conmigo, jamás lo veré de otra manera que no sea lo basura, que es. El agua caliente me reconforta y me hace sentir mejor, los distintos aruños que me hice al caer me arden al contacto con el agua. La cabeza empieza a dolerme y me siento algo débil, recuerdo que no probé nada en la velada, sin embargo, no tengo apetito, únicamente un repentino malestar es lo que me perturba.

—No estuvo bien que saliera de la casa con este frío y sin abrigo, tiene mucha fiebre —dice la señora clara a modo de regaño, pero usa un tono suave.

Seguramente siente lástima de mí, la pobre chiquilla odiada por sus propios padres, abandonada su suerte en las garras de una bestia incapaz de sentir compasión y que solo disfruta el verme indefensa.

—Sé que no estuvo bien, pero estoy desesperada, quiero irme lejos donde nadie me encuentre jamás —balbuceo.

—El señor Mobasseri no es una mala persona, a diferencia de lo que usted piensa de él —dice con calma como queriendo convencerme de que estoy equivocada—, él es un hombre que ha sufrido mucho, las penas endurecieron su corazón, pero solo basta con un rayo de sol para derretir el hielo más grueso —es primera vez que la señora Clara dice algo distinto sobre su jefe.

—No quiera conmoverme vendiéndome la idea de que ese hombre es una persona bondadosa, en él no existe nada bueno, sino ¿Por qué pago por mí? Alguien decente y con buenas intenciones no hace lo que él hizo, falsear un documento que dice que soy su esposa, porque estoy segura de que esa es la única explicación que existe —de pronto empiezo a tiritar del frío.

—Vayamos a la cama, la fiebre se le ha subido mucho —dice y me lleva como puede a la cama donde me acomodo y cubre bien con las sabanas colocando un juego adicional un poco más grueso.

A pesar de lo bien abrigada que estoy siento como el frío brota de mi piel a la vez que la cara me arde en calor, los pensamientos se adormecen en mi mente y me parece entrar en una dimensión paralela en la que las cosas parecen cobrar vida. Las palabras de la señora Clara suenan distantes y distorsionadas, me sumerjo en un limbo en el que no puedo reconocer lo real de lo irreal.

Me parece ver a mi esposo entrar en la habitación preocupado por mí, sin embargo, sé que es mi mente la que me engaña un ser tan despreciable como él no posee ningún sentimiento bueno en su negro corazón, no puedo entender lo que dice, aun así lo veo moverse de un lado a otro hasta que al fin sale dando un portazo que me asusta. Me acurruco más entre las sabanas que parecen húmedas y de nuevo me dejo llevar por la bruma de mi mente.

De nuevo creo despertar, sintiendo como algo o alguien manipula mi pie derecho, me quejo cada vez que lo mueven. Intento abrir los ojos para entender lo que sucede, no obstante, mis sentidos se niegan a responderme. Una suave mano se posa en mi frente y con cuidado me acomoda sobre la almohada, trato de decir algo, pero siento que solo muevo la boca sin pronunciar ni una sola palabra, aun así, colocan un vaso en mis labios y me ayudan para que beba, estoy segura de que es la señora Clara quien me cuida.

Richard

Desahogo la frustración que me causa esa mujer tirando las cosas de la cómoda, es insufrible, insoportable y desagradecida, si no hubiese sido por mí hace mucho que estaría trabajando como esclava sexual de alguno de esos asquerosos hombres que se creen dueños del universo por tener dinero, yo solamente la salve de sufrir un destino desdichado, aunque acepto que tienen algo de razón al querer odiarme, la hice firmar un documento legal bajo los efectos de un psicotrópico. Fue la solución que encontré para sacarla de la casa de sus padres sin que ella causara un escándalo al enterarse de que su padre me la había vendido.

Pero me lo tengo merecido por no poder controlar mi alma altruista, aunque para ser sinceros tenerla en esta casa y haberla hecho mi esposa se está convirtiendo en un karma para mí. ¿Por qué demonios Andrea nunca me mostró una foto de ella? Ahora entiendo por qué me dijo que mi esposa no tenía culpa de nada, es demasiada coincidencia que ellas sean tan parecidas, aunque no tanto como creí en un principio, las facciones de Claudia son más nobles y sinceras, nada de qué ver con la malicia y perversión que reflejaba Hannah. Debo de estar loco para estar comparándolas, son dos mujeres diferentes, nada que ver la una con la otra y están muy lejos de ser familia.

—Pase doctor, allí tiene a la enferma en la última media hora, ha tenido fiebre alta y ha estado hablando incoherencias —señala la señora Clara.

—Permiso —dice y se acerca para examinar a mi esposa—. ¿Es usted el esposo de la señora? —pregunta arqueando una ceja.

—Sí, Richard Mobasseri —me presento.

—¿Podría indicarme como se hizo estos golpes la señora? —sé por donde va.

—Le aseguro que nunca en mi vida he tocado a una mujer para maltratarla, no soy de ese tipo de hombres —aclaro con la mirada turbia—. Mi esposa no conoce la propiedad y luego de la celebración por nuestro aniversario ella salió al jardín trasero, se internó en el área boscosa y supongo que luego no supo cómo regresar, yo salí con varios de mis hombres a buscarla cuando me percate de su ausencia, pero no sé muy qué le sucedió, la encontramos así, iba sin abrigo —explico obviando la parte en la que la amenace.

—Por el estado en el que se encuentra la señora, es mi deber pasar parte a las autoridades —informa, asiento pidiendo que termine de examinar a mi esposa.

Muy poco me preocupan las suposiciones del doctor, sé que jamás le haría daño físico a ella ni a ninguna mujer, por suerte tengo las cámaras de seguridad que pueden validar mi coartada y en cuanto ella este bien podrá decir lo que sucedió realmente.

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