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Obligada A Amarte romance Capítulo 3

Richard

De vuelta a casa justo el día de mi aniversario de bodas con una mujer que ni siquiera conozco, pero es hora de que me ocupe de varios asuntos entre los cuales se encuentra mi desconocida esposa. La hija de Gustavo O’Brian, un imbécil que no supo cómo manejar sus negocios llevando a la quiebra la empresa de su familia y para salir adelante coloco a la venta a su propia hija, la verdad participe en un acto tan desagradable solo por compasión, es mejor así, de esa forma ella no esperara muestras de cariño de mi parte ni yo las recibiré de ella.

Mi trabajo como abogado me mantuvo fuera durante tres años y hace dos que pague por mi esposa, de la que ni siquiera he leído el informe que Andrea, mi asistente me envió por correo, supongo que no habrá encontrado nada que sugiera una preocupación, si no me habría fastidiado con eso. En fin, entre mis asuntos ella es el de menor importancia, al fin he encontrado algo sobre mi pasado y tengo conocimiento de quien fue mi familia, mis padres murieron en un accidente de auto en que yo resulte como único sobreviviente, sin embargo, fui encontrado lejos del accidente por algunas personas que me dejaron en el orfanato para que me ayudaran a encontrar a mi familia, en donde nunca nadie llego por mí.

Ahora sé que tengo una abuela que está a punto de morir sin herederos, a quien dejarle una fortuna que ha pasado de generación en generación hasta caer en manos de mi padre y al morir pasa a ser mía, sin embargo, no me interesa el dinero, lo único que siempre he buscado ha sido tener una familia y saber por qué fui abandonado, aunque ahora conozco la verdad, no obstante, me queda la duda de porque ella no me busco.

—Señor Mobasseri —Me detengo al ver cómo mi asistente se acerca—. Señor, el auto espera afuera —informa, Andrea es muy eficiente, lleva varios años trabajando para mí con un excelente sueldo, debido a la carga laboral a la que la someto.

Es mi empleada de mayor confianza, muchas veces la llevo conmigo a los viajes, sobre todo cuando se trata de asuntos sobre mi amigo Fernando, pero no la retengo mucho tiempo, me es mucho más útil aquí donde puede vigilar el bufete y las cuentas que llevamos.

—Andrea —saludo con un movimiento de cabeza—, ¿Hiciste lo que te pedí? —Pregunto mirándola directamente a los ojos— es imperativo para mí que la señora Montero este presente esta noche en la celebración —comento mientras continuo avanzando.

—Por supuesto, señor Mobasseri —habla con voz clara y segura—. La señora Clara también está informada y tendrá todo listo para esta noche —explica avanzando a mi lado. Andrea es una mujer bastante atractiva, alguna vez intentamos tener algo, pero no funciono, además nos dimos cuenta de que eso solo perjudicaba nuestro entorno laboral.

—Richard —dice deteniéndome—, sabes que no estoy de acuerdo con lo que hiciste con esa mujer y es por eso que te suplico que no seas tan… tú con ella —pide—. Ella no tiene culpa de nada —finaliza.

Paso a su lado con fastidio, manteniendo la serenidad que me caracteriza como el hombre más frío y déspota de todos, y murmuro mis siguientes palabras con la intención de que solo ella pueda oírlas.

—No te pago para que te metas en mi vida privada, no me hagas perder el tiempo —continuo sin perder más tiempo mientras veo cómo se posiciona a mi lado. No me gusta tener que comportarme de esta manera con ella, pero a veces se olvida que nuestra amistad no le da derechos sobre mi vida personal.

También es cierto que, Andrea es a la única de mis empleados que le permito ciertas confianzas, sin embargo, me irrita sobremanera que quiera meterse en vida privada y opine sobre mi personalidad. Ella no entiende lo que es ser vulnerable y demostrar todo, darlo todo por alguien y que un día te deje sin saber si lo vivido fue real o simplemente una ilusión que tu mente creo para hacerte sentir bien.

Llegamos a la salida del aeropuerto y justo en la salida un auto negro espera por mí, el chofer sostiene la puerta en lo que subo junto a Andrea antes de arrancar con dirección al bufete, necesito revisar algunas cosas de unos clientes que me tienen harto, conmigo trabajan los mejores abogados de todo el país y confío plenamente en que son incorruptibles, conocen perfectamente las consecuencias, pero a mis clientes no parecen serles suficientes.

—Asegúrate de que mi esposa —esa palabra raspa mi garganta—, esté lista para esta noche, mi familia estará presente para conocerla —espero que sepa comportarse como una dama de sociedad.

—La señora Clara ya tiene conocimiento de sus requerimientos para esta noche, y ha organizado la casa para recibir a su familia, creo que ya te lo había dicho —dice obvia a la vez que pone los ojos en blanco.

Es extraño, hacía mucho tiempo que no me sentía ansioso ni nervioso por nada, pero el hecho de que hoy conoceré a dos mujeres diferentes y que hoy en día significan la única familia que tengo. Por ninguna tengo algún sentimiento, más por la mayor de ellas siento el anhelo y la necesita de obtener respuestas, mientras que por la otra la compasión la trajo hasta mí.

Por lo que sé mi abuela es una mujer con clase que ha decaído con los años debido a la diabetes, el cigarrillo y la tristeza de haber perdido a su esposo víctima del cáncer, qué irónico, mi mejor amigo acaba de superar la enfermedad y al fin es feliz con su esposa sin nada que los perturbe.

—La señora Mobasseri, no es como tu difunta esposa —siento la sangre hervir en mis venas con la simple mención de mi difunta esposa, Hannah.

—No vuelvas a mencionarla si de verdad aprecias tu posición —demando con los puños cerrados.

Es mi culpa que ella esté muerta, nunca le di la atención que se merecía, mi tiempo estaba repleto de trabajo y apenas si le ponía atención a las señales que ella me mostraba, la tristeza que parecía nunca abandonar su cara, la melancolía en su voz, la sonrisa forzada que me regalaba cada día, yo soy el culpable de su desgracia.

Ella decidió abandonarme, no la culpo por haber conocido a alguien más, aunque lo dudo por más que las pruebas indiquen que ella huía con su amante, en algún punto de la interestatal perdió el control del auto, salió del camino, el auto volcó generando una gran explosión en el que no hubo sobrevivientes. Ahora la duda de que si realmente me amo, vive constantemente en mi cabeza, atormentándome con su cínica sonrisa.

La mirada de terror en algunas caras no me pasa desapercibida, me gusta que me teman, que sepan quién manda y que si las cosas no se hacen como se debe lo mejor será que renuncien antes de que yo me tome la molestia de botarlos por inútiles. Siento la tensión de todos al entrar, están a la expectativa de lo que les pueda decir.

—Buenas tardes —saludo sin mostrar ninguna emoción—. Los convoqué, porque necesito que me aclaren, qué mierdas han estado haciendo durante los tres años que estuve fuera del país —digo fulminando con la mirada a cada uno.

Los de menor rango contienen el aliento, en este caso los estudiantes no tienen culpa porque solo reciben órdenes a pesar de que muchas veces tienen mejores ideas que los que estamos por encima, pero ese es el trabajo de un superior escuchar a sus subordinados y sacar la mejor idea a flote. Ellos solo necesitan ver, que la ley se les aplica a todos por igual y que no por tener un mejor puesto dentro de mi despacho tienen privilegios que los dejan exentos de responsabilidades cuando las cosas salen mal.

—Richard, para eso hay una explicación lógica —habla Sandino, uno de los abogados con más tiempo y que aspira convertirse en socio.

—Quiero escuchar esa explicación lógica, si es que hay lógica en esta porquería —muestro el informe de comercialización de los servicios del despacho y el de gestión y organización. En este despacho trabajan varios abogados que son asociados, los cuales se dedican a un área diferente para abarcar más campo en el mercado.

Las secretarias dan un pequeño brinco en su sitio mientras hablo exigiendo una explicación realmente coherente. El personal administrativo y de marketing se encuentra a la expectativa, esperando el momento en el que les salte encima.

Mientras escucho el rebuznar de mi asociado, la mente me lleva al dolor que casi me consume cuando al aterrizar en Londres fui informado de la muerte de Hannah, mi esposa. Sentí que todo había acabado para mí, quise morir junto a ella, pero la muerte no vino por mí y cuando el informe revelo que ella huía con alguien más, que se suponía su amante, todas sus palabras reprochándome la falta de atención, tiempo e interés en nuestra relación y en nosotros arrasaron mi mente llevándome casi a la locura, desde entonces me culpo de su muerte.

Desde ese día, deje de creer que el amor y la felicidad estaban hechos para mí, no merezco que alguien sienta nada de eso por mí, por lo que me aparte de las relaciones muy personales y me dedico a pasar la vida de cama en cama con mujeres que no me exigen: amor, atención o tiempo. Solo un buen sexo, dinero y eso es todo. Tiempo después conocí a Gustavo O’brian, un tipo despreciable con las deudas hasta el cuello me ofreció un negocio en el que seriamos socio el cual rechace por no querer mezclarme con alguien como él, sin embargo, durante nuestra conversación menciono algo que llamo mi atención, el nombre de su hija Claudia a la cual ofrecía en venta, era claro que no la quería y yo no la necesitaba, pero mi lado altruista no pudo evitar sentir pena por la suerte de la chica por lo que le propuse una compra la cual acepto, le di tanto dinero como quise, con eso saldría de sus deudas su empresa podría mantenerse en pie y no tendría problemas económicos por mucho tiempo. La compra más costosa en toda mi vida.

Ese mismo día hice que la trasladaran a mi mansión, y la hicieran firmar el acta de matrimonio, no había amor ni me interesaba por lo que una ceremonia estaba de más, ella solo era mercancía preciosa.

—Basura, es lo único que escucho que sale de tu boca—señalo con odio—. Necesito que me presenten una solución para mañana a las ocho de la mañana o pueden considerarse despedidos, inclusive tú, Sandino —demando para darle finalización a la reunión, me pongo de pie y salgo azotando la puerta, los almuerzos se quedan sobre la mesa mientras yo me alejo, me siento irritado el recuerdo de Hannah me hace revivir todo el dolor y la rabia que sentí.

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