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Obligada A Amarte romance Capítulo 7

Richard

No entiendo cómo demonios hizo para salir sin ser vista, se supone que la mansión tiene vigilancia en cada perímetro, desde su primer intento para escapar contrate un servicio de seguridad para mantenerla vigilada, pero al parecer son unos incompetentes. Al menos el motivo de mi ahora esposa no es para huir con otro hombre o quizás si sea una posibilidad, después de todo le quite su libertad sin conocer nada sobre su vida y hasta este momento no conozco de ellas más que el nombre y lo hermosa que es, sin embargo, no puedo evitar sentirme algo frustrado al tenerla frente a mí, su parecido con Hannah, es casi exacto.

—Señor, las cámaras la grabaron saliendo por la parte trasera de la casa —informa mi jefe de seguridad.

—Mi duda es ¿Por qué no estaba alguien cuidado esa entrada? —cuestiono sin mirarlo.

—El elemento informo que iría al baño en ese momento, no vi razón para enviar un relevo, ya que en la casa todo se veía en orden —contesta pétreo.

—No te pago para que hagas lo que te parezca, tu salario es para que cumplas con tus funciones al pie de la letra —bufo caminando lentamente hacia él hasta pararme justo en frente—. Es mejor que reces porque no le haya pasado nada y la consigamos en una sola pieza —advierto dando la orden para qué me guie hacia los demás han salido en busca de mi esposa.

Pasamos más de media hora siguiendo el rastro que los perros han encontrado y cada vez me siento más asustado por la dirección en la que avanzamos, es justo lo que me temía hacia el límite con el barranco, nunca me gusto esta mansión tan apartada de todo a pesar de que es un buen negocio tener esta propiedad. La idea de comprarla fue de Hannah, recuerdo lo feliz que estaba el día que me informo que había encontrado el lugar perfecto para los dos.

—¡Richard, amor! —exclama mi esposa entrando como una tromba a mi despacho en el bufete.

Me pongo de pie y sonrío al tiempo que rodeo el escritorio para recibirla con un dulce, la rodeo con mis brazos, sintiéndome el hombre más dichoso, creo que nadie tiene mi suerte, encontré a la mujer perfecta para mí sin tener que esperar mucho tiempo.

—Dime cuál es el motivo para que estés tan feliz —pido sin soltarla.

—Encontré nuestro hogar, es el lugar perfecto, es inmenso, con un jardín hermoso y un bosque donde podremos jugar con nuestros hijos y hasta tener un perro, uno grande y hermoso —chilla sin ningún orden en específico.

—No te estoy entendiendo, ¿Quieres una casa, hijos y un perro? —cuestiono divertido.

Sus ojos brillan de felicidad mientras continúa describiendo el sitio que ha encontrado, al parecer es una mansión de esas, tipo castillo, habla sobre todo el tiempo que le tomara redecorar todo y hacerla más de su estilo, las vistas y el tamaño de la habitación principal, ella aún no termina de entender que o sería feliz a su lado así tuviera que vivir en una caja de fósforos.

—¿Qué dices? ¿La compras para los dos? —pregunta rato después cuando las palabras casi se le acaban, una vez leí que las mujeres pueden pronunciar casi diez mil palabras en el día, pero con mi bella esposa creo que eso es nada.

—Todo lo que desees lo tendrás, sabes que no puedo decirle, no a nada de lo que me pidas —contesto francamente mirando sus hermosos ojos llenos de vida y de amor.

Empieza a gritar y dar saltos por toda la oficina provocándome un ataque de risa por su natural espontaneidad, ella es todo lo que yo no puedo ser, extrovertida, atrevida, divertida, auténtica, ella es simplemente el amor de mi vida.

—Gracias, gracias, gracias, te amo, eres el mejor hombre del mundo —dice volviendo a mi lado.

—Eres tú quien me hace ser mejor cada día, sin ti mi vida seguiría siendo monótona y aburrida, tú me das ese toque de color que me hacía falta —susurro antes de besarla uniendo nuestros labios en un beso más profundo.

—¡Señor, la hemos encontrado! —la voz de uno de mis hombres me devuelve al presente.

—¿Dónde está? —pregunto dirigiendo la linterna hacia donde me indican.

—No me toques con tus puercas manos —chilla dándome un manotón.

—Hace algunas horas parecía que querías que mis manos te desnudaran si mal no recuerdo —replico.

—Eres un infeliz —es cierto que esta mujer me saca de mis casillas, pero no puedo negar lo mucho que me divierte verla roja del coraje.

Ignorando su berrinche, el cargo en brazos cuando noto la inflación en su tobillo, bien podría hacer que otro la llevase, pero ni en mis mejores sueños me perdería la oportunidad de incordiarla más, además no voy a permitir que ningún otro ponga sus manos en el cuerpo de mi esposa. Luego de mucho replicar y gritar que la baje se quedó callada con la mirada fija hacia el frente, la llevo envuelta en mi chaqueta para ayudarla a entrar en calor, su piel estaba helada cuando la encontramos. De pronto estornuda y se sujeta la cabeza, es probable que se haya resfriado, es una mujer muy tonta como se le ocurre aventurarse a escapar de un lugar donde no conoce nada en plena noche.

Al llegar la señora Clara se encuentra al pie de las escaleras esperando por nosotros, deja escapar u suspiro de alivio al verme traer a Claudia en brazos, no obstante, su preocupación se hace presente de nuevo al ver el estado tan deplorable en el que la traigo. Sube tras de mí hasta la habitación que ocupa mi esposa y me ayuda a acomodarla en el sillón, antes de meterse a la cama tiene que darse una ducha de agua caliente, su cuerpo aún está algo frío además de mugriento.

—Señora Clara encárguese de asearla con agua caliente, estuvo fuera mucho tiempo y su cuerpo aún no recupera calor, es posible que esté resfriada —digo antes de salir.

—Gracias —bufa sin mirarme cuando estoy por cerrar la puerta.

—Es un placer, señora Mobasseri —contesto y cierro sin esperar más respuestas.

Mañana cuando esté más calmada trataré de conversar con ella para llegar a un acuerdo, aunque divertido es agotador estar discutiendo a cada segundo que pasa.

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