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El arte del clímax romance Capítulo 2

La respuesta de su jefe y en el tono que se lo dijo no le agrado a Daviana, sin embargo a ella solo le quedo asentir y salir lo más rápido que pudo de su oficina.

—Todavía deseo ese café, señorita Morris.

La castaña se tensa, y después de dejar los trozos de la taza en el cesto de basura se encaminó a buscar otro café para su jefe. Era increíble que después de todo ese tiempo trabajando en esa empresa le ocurriera una cosa como esa.

Mientras que esperaba a que le sirvieran un nuevo café, la castaña rememoro lo que vivió en esa oficina… luego niega, puesto que no tenía sentido que estuviera recordando cómo se lo chupaban a su jefe.

La verdad es que se sentía bastante avergonzada por pillarlo en medio de una escena de sexo.

Al cabo de varios minutos Daviana vuelve a subir a su piso con un nuevo café en manos, al ingresar en la oficina de su jefe deja la taza de porcelana sobre su escritorio aparentando estar completamente normal.

—¿Se le ofrece otra cosa señor Gershon? —el pelinegro levanta la mirada para verla, pero solo hace eso mirarla.

—No, por ahora.

—Con su permiso.

Daviana se aleja y el joven CEO únicamente admira las curvas de su caderas, se reclina en su silla confirmando que esa castaña realmente estaba bastante bien. Todavía seguía pensando cómo es que no se la había llevado a la cama antes.

Sonríe, puesto que piensa que sería bastante divertido seducir a esa chica. La verdad es que se imaginó que sería muy fácil, todas eran muy sumisas y eso le encantaba.

[…]

Después del almuerzo, Daviana regreso a su puesto de trabajo a preparar todo para una junta que su jefe tenía esa tarde. Estaba un poco apurada puesto que tan solo le quedaban unos pocos minutos y todo por llegar tarde ese día.

—Joder, tendré que empezar a madrugar.

La castaña toma algunas capetas de su escritorio para ponerse en pie y llevarlas a la sala de junta cuando la puerta de la oficina de su jefe se abre y por este sale el mismo. Daviana se tensa y permanece sentada en su escritorio viendo fijamente a Connor.

Su jefe camina hasta su escritorio y termina por sentarse en la esquina del mismo, Cosa que no había hecho en todo un año de trabajo.

—¿Ya tienes todo listo para la junta? —la forma en la que le hablo la hizo sentir incomoda.

—Si, en este momento iba a llevar estas carpetas con la información que me pidió —Connor la observa fijamente presintiendo que ella estaba como nerviosa.

Su idea de llevarse a su secretaria a la cama era irse poco a poco, aunque siempre le resultara fácil, sospechaba que con ella tendría que irse un poco despacio. En todo un año de trabajo esa chica nunca se le insinuó y eso le decía que no era de esas fáciles.

Luego de pensar mucho en su oficina término llegando a esa conclusión, las demás siempre eran las que lo buscaban para coger, pero ella no…

—¿Ah sí?, entonces, te he interrumpido.

—¿Se le ofrece algo señor Gershon? —el corazón de Daviana latía a toda prisa, y no era por tener a su jefe tan cerca, la verdad es que nunca se sintió atraída por él, si no era por el hecho de haberlo pillado follando con una mujer en la oficina.

—Siento que estas muy nerviosa, ¿no me digas que es por lo qué ha ocurrido esta mañana? —Daviana se pone en pie llamando la atención del CEO.

—No señor, lo que he visto no es de mi incumbencia. Con su permiso.

Él la ve salir despavorida lo que causa que una sonrisa escapara de sus labios, bueno era posible que no le fuese tan indiferente a esa chica.

[…]

Cuando al fin la maldita junta termino, Daviana se encontraba oculta en el baño que estaba frente de su oficina. La joven mira su reflejo en el espejo notando que especialmente ese día estaba más demacrada que nunca.

—Joder —musita cerrando los ojos.

Con tantos problemas que tenía en su casa como para que su trabajo le sumara más preocupaciones, no podía dejar de trabajar solo por el incidente de esa mañana. Necesitaba olvidar eso y concentrarse en su trabajo.

Suelta el aliento y vuelve abrir los ojos, luego de eso, maquilla un poco sus ojeras sintiéndose lista para salir a terminar con su jornada de trabajo.

Daviana vuelve a su escritorio con su cartera en la mano y tan distraída estaba que no se fijó donde la puso y la misma terminó en el suelo desperdigando todo su contenido.

—¡Ay mierda!

[…]

Los números que marca el asesor transcurrían de una manera bastante lenta hasta que por fin marco el número indicado y las puertas metálicas se abrieron después del sonido del timbre.

En lo que Michele Gershon sitúa un pue fuera del elevador lo primero que observan sus ojos verdes es la redondez de un hermoso culo, una joven se encontraba debajo de un escritorio y en una posición bastante comprometedora para estar en una oficina.

El pelinegro frunce el ceño al mismo tiempo que introduce sus manos en los bolsillos, se queda observando a la mujer quien parecía recoger unas cosas del suelo y entonces es cuando repara que un pintalabios que se hallaba entre sus zapatos.

Pero él no hace nada al respecto y espera paciente a que ella se diera cuenta del mismo, la verdad es que le parecía bastante excitante verla a gatas sobre el suelo, el CEO no le quita los ojos de encima aun cuando no podía verle el rostro.

—¿Dónde está mi…?—la oye decir y se imaginó que debía ser el labial que se encontraba entre sus zapatos.

Daviana busco como loca su labial debajo de su escritorio, pero no lo encontraba, la joven se metió un poco más adentro, pero no estaba; y entonces diviso el mismo por la rendija entre el piso y la madera de la mesa.

Pero lo que vio no le gusto, puesto que su labial se encontraba en medio de unos zapatos muy parecidos a los de su jefe, traga saliva en seco puesto que estaba debajo de la mesa. Si su día era el peor, ahora con eso se convertía en tragedia.

La joven se arrastra hacia atrás para salir debajo del escritorio y enfrentar a su jefe, pero al quedar arrodillada al lado de su mesa de trabajo e intentar levantarse Daviana se queda petrificada donde estaba.

Su corazón sintió como una especie de infarto, y hasta juro que se le olvido como respirar. Lo único que podía hacer era pestañear ante la presencia de aquel hombre que la miraba fijamente sin parpadear.

¡¿Quién era ese hombre?!

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