El CEO observa la ciudad desde la ventana.
—¡He regresado para quedarme!
Sus palabras tensaron los músculos de Connor, no esperaba una noticia como esa, ya llevaba más de un año haciéndose cargo de esa compañía como para que su padre llegara diciendo que volvería a tomar su puesto como jefe.
—¿Por qué tan repentino? —el joven traga saliva.
Michele toma aire mientras escucha a su hijo a sus espaldas, cuando arribo a Chicago sus intenciones no eran las de quedarse permanentemente, pero algo lo hizo cambiar de parecer justo después de salir de ese ascensor.
Mira su reflejo atreves del cristal y medio sonríe.
—No tengo que darte explicaciones, ¿o si, Connor?
—¡No, claro que no!, pero si vuelves, ¿Qué es lo que haré yo?
—Te lo haré saber luego…
El joven asiente para luego relamer sus labios, no le agradaba la idea de tener a su padre en la empresa, pero confiaba en que como siempre sucedía se aburriera de estar en el mismo lugar.
Era la típica historia de Michele Gershon, nunca permanecía en la misma ciudad por mucho rato. Solo era cuestión de tiempo para que le saliera con una pendejada de las suyas con que se larga y le deja todo a su cargo una vez más.
Desde que tenía uso de razón recordaba que su padre casi siempre estuvo ausente, prácticamente su crecimiento fue al lado de su madre, pero cuando esta se hartó de la ausencia de su esposo decidió abandonarlo con hijo y todo.
Y fue allí cuando conoció el mundo de los negocios, su padre se lo llevaba a cada viaje que hacía y le enseño todo lo que sabía. A decir verdad no se quejaba, fueron los mejores años de su vida, pasarlo al lado de su padre fue lo mejor, pero ahora ya era un hombre y la verdad es que no lo necesitaba.
Connor pensó que no debía preocuparse, lo conocía bastante y sabía que en cualquier momento se volvería a ir. Lo de él era viajar cada cierto tiempo a sus empresas, no era un hombre de estar metido en una oficina todo el día.
—Muy bien, utilizare la oficina que esta al fondo para seguir trabajando.
—Eso me parece bien…
—¿Necesitas algo más? —Connor espera paciente su respuesta.
—Mi casa, ¿le has mandado hacer servicio de limpieza?
—Si.
Michele asiente justo cuando tocan la puerta de la oficina. El CEO permanece de espaldas, mientras que su hijo da la orden de entrada.
—Buenas noches, disculpe señor Gershon, ¿necesita algo? Es mi hora de salida.
Daviana no deseo entrar en esa oficina, pero siempre se despedía antes de largarse, y no podía irse sin antes pasar por esa oficina con esos dos hombres.
El castaño mayor divisa la hora en su reloj fijándose que la joven anunciaba su partida unos minutos después de su salida.
—No señorita Morris, ya puede irse —responde el chico tranquilamente admirando las curvas de esa castaña.
—¡No!, yo creo que no…—responde Michele dándose la vuelta, el CEO se gana una mirada por parte de ambas personas.
—Es su hora de salida —objeta el hijo algo cabreado.
—Necesito conversar con la señorita antes de que se vaya, solo le tomara unos 5 minutos de su tiempo.
Connor aprieta la mandíbula, mientras que a la vez las piernas de Daviana se volvían de gelatina al mirar la poderosa mirada de ese hombre.
—No creo que…—Connor intenta objetar de nuevo, pero su padre no lo deja.
—¿A usted le molesta regalarme 5 minutos, señorita Morris?
Daviana parpadea varias veces y sin tener control de sus acciones ella niega, era como si estuviera poseía por la mirada de ese hombre.
—¡Ya lo vez! —Michele la señala con la mano —. No le molesta, ahora, déjanos a solas Connor.
El pelinegro más joven se aproxima al escritorio observando fijamente a su padre.
—Te recuerdo que ella es mi secretaria—Michele lo mira con ojos pasivos.
—Señorita Morris a partir de mañana usted será mi secretaria—Connor no dice nada, pero no hacía falta, puesto que la marcada vena de su frente respondía por él —. Tendrás que buscar otra secretaria.
El chico se endereza y sin decir palabra se da la vuelta para encaminarse hasta la puerta, antes de salir por la misma le echa un vistazo a Daviana quien lo mira de soslayo.
La castaña escucha que el pelinegro cierra la puerta a sus espaldas, luego levanta la mirada lentamente. En ese momento observa a su nuevo jefe y se paraliza, pero la voz de su cabeza no paraba de decir que ese hombre tenía un aura muy atrayente y seductora.
Sin embargo, necesitaba concentrarse y no parecer una loca. Debía ser profesional si quería mantener su empleo. Esos pensamientos absurdos y pervertidos no podían estar en su cabeza y menos cuando se trataba con el hombre que era su nuevo jefe.
Daviana nota ese brillo en la mirada de su jefe y traga saliva, realmente era muy intimidante su presencia. Sin decir una palabra la castaña se queda en el mismo lugar juntando sus manos para formar un puño de ellas.
El CEO empieza a retroceder con ella en sus brazos hasta que se topa contra el escritorio, se sienta e introduce a su secretaria entre medio de sus muslos. Teniéndola en esa posición desciende con sus manos hasta el final de la falta que llevaba puesta para luego volver a subir, pero esa vez por debajo de la tela.
Daviana siente la tibieza de esa lengua en su boca y se derrite como un hielo sobre el fuego. Tanto que en vez de reaccionar de otra manera, ella cierra los ojos. Al cabo de unos segundos siente que su jefe se apodera de su culo para apretárselo con fuerza lo que derrumba el resto de sus barreras.
Su cuerpo es arrastrado hacia quien sabe dónde y en fracción de segundos las manos de su jefe se deslizaban por sus muslos provocando que su coño comenzara a palpitar frenéticamente. Algo no estaba bien con él, puesto que la sensación era muy fuerte.
—Por favor.
Consigue decir intentando separarse un poco de los labios de él, pero su jefe aprisiona con un poco más de fuerza sus muslos. Ella gime contra la boca de Michele consiguiendo que él consolidara el beso convirtiéndolo más húmedo y deseoso.
Se derrite cuando esas habilidosas manos llegan hasta la altura de sus nalgas y él las aprieta con violencia, todo su cuerpo se estremece y de manera automática cede ante él y su maldita masculinidad imponente.
Michele muerde los labios de su secretaria al mismo tiempo que sube su falta hasta la cintura y de inmediato la levanta con ambas manos para sentársela en el regazo. Se come su boca mientras que desliza una mano debajo de su braga y la otra por el muslo de su pierna sintiendo el límite de las medias altas que llevaba puestas.
El CEO se separa un poco de su secretaria para mirar la parte de debajo de su cuerpo, sus pantaletas no eran las apropiadas, la verdad es que eran algo puritanas, pero eso no importaba cuando pretendía quitárselas.
—¿Cómo te llamas? —musita contra su cuello mientras reparte cientos de besos por su exquisita piel.
—Daviana…—contesta con voz sofocada.
—¡Daviana! —repite su nombre para luego tomar sus labios una vez más.
La castaña vuelve a ser besada derrumbando más barreras, ya no lo soportaba más, ese hombre estaba haciendo mella en ella. No lo podía permitir, aquello no estaba bien, él era su jefe.
—No —le dice alejándose un poco, pero Michele la sujeta del mentón para volver a besarla—. No está bien… —objeta de nuevo separándose un poco.
—¿Qué es lo que está mal, Daviana?
La mención de su nombre la hizo temblar, luego de eso la mano de su jefe hace presión en su coño que la hace sobresaltarse e intentar alejarse de él, pero Michele era tan astuto que la sujeto por la cintura para retenerla donde quería.
—No, no, esto no está bien… —lo empuja por el pecho levemente.
—¿Segura? —insiste el CEO frotando su coño por encima de su pantaleta.
Aquella fricción llevo a la locura a Daviana, era excesivo para soportar. Su cuerpo estaba muy caliente, y no entendía porque, si apenas estaba conociendo a ese hombre. Pero aquel roce la enloquecía, cerró los ojos al sentir como esos dos dedos se deslizaban de arriba hacia abajo por el centro de su vagina.
—Joder no…—gime con morbo y sin poder evitarlo.

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