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La Genio Anónima: Mi Esposo Firmó el Divorcio Sin Saber Quién Soy romance Capítulo 115

La Galería Nacional de Arte Moderno bullía con el murmullo discreto de la élite cultural de la Ciudad de México.

Era la inauguración de la retrospectiva del maestro Gabriel Corcuera, una leyenda viviente de la pintura abstracta y patriarca de una de las familias más antiguas y discretas del país.

Camila acompañaba a su abuela, Doña Inés, quien era una vieja amiga del artista.

—Hacía años que no venía a un evento así —comentó Doña Inés, observando un lienzo de colores vibrantes—. Me siento rejuvenecida.

—Te ves radiante, abuela.

Justo en ese momento, una voz familiar las saludó.

—¡Doña Inés, Camila! Qué agradable sorpresa.

David Romero se acercó a ellas, impecable en un traje de diseñador.

—David, qué gusto verte —dijo Camila—. No sabía que te interesara el arte abstracto.

—El maestro Corcuera es uno de los principales benefactores de nuestro programa de becas en el Tec. Vine a presentar mis respetos —explicó él, antes de volverse hacia Doña Inés con una sonrisa encantadora—. Señora, está usted más hermosa que nunca.

Mientras platicaban, un grupo ostentoso entró en la sala, atrayendo miradas por el volumen de sus voces.

Eran los Campos y los Solís, en todo su esplendor. Valeria, del brazo de su padre, sonreía como si fuera la anfitriona.

Sus miradas se cruzaron con las de Camila. La temperatura pareció bajar varios grados. Se ignoraron mutuamente, un pacto de hielo en medio de la concurrida galería.

Poco después, llegaron más figuras conocidas. Fernando Beltrán, Santiago Herrera y, para sorpresa de Camila, un malhumorado Rodrigo Ibáñez.

Se congregaron en un rincón, formando un círculo de poder y riqueza.

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