Las palabras del maestro Corcuera, aunque educadas, carecían del entusiasmo que Rodrigo Ibáñez esperaba.
Fue un simple comentario, una formalidad social.
—Gracias, maestro —dijo Valeria, manteniendo su sonrisa radiante, aunque por dentro sentía una punzada de decepción.
Más tarde, en una sala más privada de la galería, la señora Corcuera se acercó de nuevo al patriarca.
—Gabriel, quiero presentarte a alguien adecuadamente.
Señaló hacia donde Camila estaba platicando con David y su abuela.
—Ella es Camila Elizalde.
El maestro Corcuera la miró, esta vez con un interés genuino.
—La cofundadora de Axon AI. Es la desarrolladora principal de su tecnología. Una mente brillante.
La presentación era radicalmente diferente. No la definía por su relación con un hombre, sino por sus propios logros.
El anciano artista asintió lentamente, una nueva luz de comprensión en sus ojos.
Valeria y su familia observaban la escena desde lejos.
—¿Desarrolladora principal? —bufó Ángela Solís en voz baja—. ¡Qué ridículo! Solo lo dice para quedar bien con David Romero. Todo el mundo sabe que él es el verdadero cerebro de esa empresa.
—Exacto —convino Valeria, aunque una pequeña semilla de duda comenzó a brotar en su mente—. Gabriela Corcuera es una política. Sabe cómo halagar a la gente para conseguir donaciones. No significa nada.
Justo en ese momento, una nueva presencia llenó la sala.
Alejandro Alcázar había llegado.
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