El yate se deslizaba suavemente sobre las aguas oscuras de la presa de Valle de Bravo.
La música flotaba en el aire nocturno, mezclada con las risas de la élite financiera de México.
Fernando Beltrán había llevado a Daniela a la fiesta de cumpleaños de un amigo, y la niña, fascinada por los barcos, estaba en su elemento.
En la cubierta principal, Santiago Herrera y un par de amigos se acercaron a Fernando.
—Te veo de buen humor, Fer —dijo Santiago, dándole una palmada en la espalda—. ¿Alguna nueva conquista?
Fernando sonrió, mirando a Daniela que jugaba cerca.
—Algo así.
—No me digas que sigues pensando en la ex de Alejandro —se burló otro amigo—. ¿En serio? ¿La esposa aburrida?
La sonrisa de Fernando se desvaneció un poco. Su mirada se volvió seria.
—No es aburrida. Es… interesante. Mucho más de lo que ustedes creen.
Santiago arqueó una ceja.
—¿Interesante? ¿Qué tiene de interesante?
—Me la encontré el otro día en el parque —dijo Fernando, su voz era tranquila—. Y sí. Admito que me interesa.
La confesión, dicha con una calma total, dejó a sus amigos sin palabras. Fernando Beltrán, uno de los solteros más codiciados, admitiendo interés en una mujer que estaba a punto de ser descartada por su mejor amigo.
Era una declaración de intenciones.
Justo en ese momento, vieron a Alejandro y a Valeria subir a bordo. Se movían como una pareja consolidada, saludando a la gente, aceptando felicitaciones.
Santiago suspiró.
—Amigo, estás jugando con fuego.
Mientras tanto, en su silencioso apartamento de Monterrey, Camila revisaba unos documentos de Axon AI.
La calma se vio interrumpida por una llamada de su tío, Ricardo Elizalde.
—Cami, ¿estás sentada?
El tono urgente en su voz la puso en alerta.
—Sí, tío. ¿Qué pasa? ¿Está todo bien?
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