Fernando Beltrán llegó a las oficinas de Axon AI a las diez de la mañana en punto.
No vino solo. Lo acompañaban dos de los mejores analistas de su empresa, cargados de carpetas y proyecciones financieras.
David Romero los recibió en la sala de juntas principal.
—Gracias por recibirnos con tan poca antelación —dijo Fernando, su tono era profesional y directo.
—Cuando la propuesta es seria, siempre hay tiempo —respondió David, igualmente formal.
Durante las siguientes dos horas, el equipo de Fernando presentó una de las propuestas de colaboración más detalladas y bien investigadas que David había visto en años.
No era una oferta para comprar una participación. Era una verdadera alianza estratégica, con beneficios mutuos claramente definidos y un profundo conocimiento de la tecnología de Axon.
Cuando terminaron, David se recostó en su silla, genuinamente impresionado.
—Es... una propuesta muy sólida, Fernando.
—Creemos en su tecnología —respondió Fernando—. Y creemos que juntos podemos dominar el mercado de la logística en toda América Latina.
—Tengo que discutirlo con mi socia —dijo David, manteniendo su expresión neutral a pesar de su entusiasmo—. Le daremos una respuesta antes del final de la semana.
Fernando asintió, satisfecho. Sabía que había hecho un buen trabajo.
Mientras recogía sus cosas, su mirada se desvió hacia la oficina de Camila, cuya puerta de cristal estaba cerrada.
—¿La señora Elizalde no está hoy? —preguntó casualmente.
—Está en una videoconferencia con nuestro equipo en Múnich —respondió David—. Pero no te preocupes, le transmitiré cada detalle de tu excelente propuesta.
En la mansión Alcázar, Isa estaba sentada en los escalones de la entrada, con la barbilla apoyada en las rodillas.
Había llamado a su mamá cinco veces. Cinco veces, la llamada se había ido directamente al buzón de voz.
Se sentía sola. Papá siempre estaba ocupado. Tía Vale estaba ocupada. Y ahora, mamá también estaba ocupada.
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