Perfume Letal de la Esposa romance Capítulo 4

Abril no fue a su dormitorio. No fue a ninguna de las habitaciones opulentas y vacías de esa casa que nunca sintió como suya.

Bajó las escaleras en silencio, sus pasos ligeros como los de un fantasma, y cruzó el jardín trasero bañado por la luz de la luna.-

Su destino era un pequeño invernadero de cristal, escondido al fondo de la propiedad. Un santuario privado que Simón, en su indiferencia, nunca visitaba. Él lo consideraba un capricho anticuado, un vestigio de la dueña anterior.

Para Abril, era el único lugar donde podía respirar.

Empujó la puerta de cristal y entró. El aire del interior era diferente, cargado con el aroma húmedo de la tierra y el perfume verde de las hojas.

No lloró. Las lágrimas eran un lujo que ya no podía permitirse. El dolor en su pecho se había cristalizado en algo duro, frío y afilado.

Sus movimientos eran mecánicos, precisos. Se arrodilló sobre las baldosas de terracota y deslizó sus dedos por debajo de una vieja mesa de trabajo de madera. Encontró el borde de una trampilla oculta y tiró de ella.

Debajo, en un compartimento secreto, descansaba un baúl de madera de copal, tallado a mano con motivos de flores y colibríes.

Lo abrió.

Dentro estaba el legado de su abuela, una curandera y perfumista de los valles de Oaxaca. El tesoro de su linaje.

Un pesado grimorio forrado en cuero oscuro y desgastado por el tiempo. Al abrirlo, el olor a papel antiguo y hierbas secas llenó el pequeño espacio. Sus páginas estaban cubiertas con la elegante caligrafía de su abuela, detallando fórmulas ancestrales, las propiedades secretas de las plantas oaxaqueñas y técnicas de destilación que se habían transmitido de generación en generación.

Junto al libro, había morteros de obsidiana negra, pequeños alambiques de cobre, frascos de cristal soplado y delicadas herramientas de perfumista.

Verifica el captcha para leer el contenidoVerificar