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El Rey Lycan y su Oscura Tentación romance Capítulo 126

GABRIELLE

Me desperté de golpe y tensa, no era la hechicera sanadora, sabía muy bien de quién se trataba.

— Tranquila, no hagas movimientos bruscos, solo estoy manteniendo limpia la piel sana, como indicó la sanadora – su voz baja y suave se vertió en mis oídos.

Me lo imagino inclinado sobre mi cuerpo, su cabello rubio cayendo hasta sus hombros y sus ojos dorados concentrados.

Lo vi por poco tiempo cuando expandí mis sentidos al renacer, es hermoso y masculino, tan sexy, puede encontrar a una hembra en su raza, yo no soy para él y menos ahora, en lo que me he convertido.

— No tienes que hacer esto, hay más personas que pueden…

— Por supuesto que tengo que hacerlo, nadie más puede cuidarte mejor que yo – me dijo, recuerdo su voz dándome aliento en medio de tanto caos y dolor.

— No – levanto mi mano e intento agarrar su muñeca, me da rabia no ver nada, ni siquiera tengo el poder de “observar” el entorno con mi mente.

Nunca pensé verme así tan inútil, tan poca cosa, tan dependiente.

— Ahora mismo vamos a hacer la ceremonia de rechazo como en tu raza, para que tengas la oportunidad de buscar a otra compañera.

— No lo aceptaré, no quiero discutir de lo mismo contigo, sé que no nos conocemos, pero dame la oportunidad…

— ¡¿La oportunidad de qué?! – espeté intentando incorporarme, apretando los dientes para no gemir de dolor

— ¿De verdad quieres encadenarte a una piltrafa de mujer? Si te quedaste con la imagen que viste en el santuario, olvídalo, ya no volveré a ser así y aunque pudiese, no quiero un compañero, ¿entiendes? ¡No te iba a aceptar tampoco!

Lo rechacé sin compasión, era mejor que me odiase y además, lo que le decía no estaba muy lejos de la realidad.

No soy una mujer sana en las relaciones, nunca nada me importó realmente, solo mi hija y mi anterior mate, Draven.

Al final, terminé asesinándolo yo misma. Este hombre parecía bueno, no se merecía una arpía como yo.

— Yo Gabrielle Von Car… — ni siquiera pude terminar de habla cuando unas manos suaves pero decididas me empujaron contra la almohada y unos finos labios acariciaron los míos, humedeciendo la sequedad que tenía en ellos, chupándolos eróticamente.

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