A las nueve de la mañana en punto, el mundo financiero se detuvo.
No fue una caída del mercado. No fue un escándalo político.
Fue un correo electrónico.
Un comunicado de prensa de Axon AI, enviado simultáneamente a todas las principales agencias de noticias y firmas de inversión del planeta.
El título era simple, casi académico: "Axon AI anuncia el registro de patente para su Sistema de Navegación Predictiva Neuronal (NPN)".
La noticia, al principio, fue recibida con un interés moderado. Otra patente. Otra pieza de jerga tecnológica.
Pero entonces, los analistas comenzaron a leer la letra pequeña.
El comunicado no solo anunciaba la nueva tecnología. La explicaba.
Describía un sistema de inteligencia artificial capaz de anticipar patrones de tráfico, condiciones climáticas y posibles obstáculos con una eficiencia del 300% por encima de cualquier tecnología existente en el mercado.
No reaccionaba a los peligros. Los predecía.
Y luego, en el cuarto párrafo, llegó el golpe de gracia. Una sola frase, redactada con una frialdad quirúrgica.
"La implementación del sistema NPN hace que las tecnologías de conducción autónoma basadas en la reacción, como las desarrolladas por empresas como InnovaDrive, sean, a efectos prácticos, completamente obsoletas".
La bomba explotó.
Los teléfonos en las redacciones de Bloomberg, Forbes y el Wall Street Journal comenzaron a sonar sin parar.
En los pisos de la bolsa, los operadores miraban sus pantallas, incrédulos.
Los titulares no tardaron en aparecer.
"¿El Jaque Mate de Axon AI? La Adquisición de Alcázar Podría Ser el Peor Error del Año".
"De la Noche a la Mañana: ¿Cómo InnovaDrive Pasó de Ser un Activo a un Ancla de Cemento?"
Estaba tranquila. Serana.
El caos que acababa de desatar en el mundo exterior no parecía afectarla en lo más mínimo.
Había puesto al hombre más poderoso de la industria de rodillas, había hecho que su amante pareciera una aficionada, y había cambiado el rumbo de la guerra corporativa con un solo movimiento.
Y lo había hecho todo en silencio.
David la miraba, todavía riendo, negando con la cabeza.
—Simplemente diabólica.
Camila finalmente levantó la vista de la taza de café que sostenía en sus manos.
Le dedicó una pequeña y enigmática sonrisa.
Tomó un sorbo de su café.

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