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La Genio Anónima: Mi Esposo Firmó el Divorcio Sin Saber Quién Soy romance Capítulo 162

El café del Hotel Habita en Polanco era el lugar perfecto para una conspiración.

Era discreto, con rincones oscuros y una clientela que se enorgullecía de no prestar atención a los demás.

Valeria Campos llegó primero, eligiendo una mesa en la esquina más alejada.

Adrián Leyva llegó diez minutos después.

En persona, se veía peor que por teléfono. Estaba demacrado, con ojeras profundas y un aire de amargura que parecía impregnar su ropa.

—Gracias por venir —dijo, sentándose. No pidió nada de beber.

—Vaya al grano, señor Leyva —respondió Valeria, su tono era frío, impaciente.

Él asintió, sacando una tableta de un maletín gastado.

—El proyecto "Nexus", la tecnología NPN... todo eso es una distracción. Es la punta del iceberg.

Tecleó algo en la pantalla y la giró hacia ella.

—El verdadero premio es este.

En la pantalla, una sola palabra brillaba en letras verdes sobre un fondo negro.

"Cuántico".

—Es el lenguaje de programación que Camila Elizalde creó en la universidad. Es el corazón de Axon AI. Todo su imperio está construido sobre este código.

Los ojos de Valeria se abrieron de par en par. Había oído rumores, susurros, pero nunca nada concreto.

Adrián se inclinó sobre la mesa, su voz bajó a un susurro febril.

—Quien posea "Cuántico", posee el futuro de la IA en América.

La miró, sus ojos brillaban con una luz de fanático.

—Con él, no solo humillarías a Elizalde. La destruirías.

Valeria sintió un escalofrío recorrer su espalda. La magnitud de lo que él proponía era abrumadora.

—Y usted... ¿usted tiene acceso a él?

Adrián sonrió, una sonrisa torcida y llena de amargura.

—Yo ayudé a construirlo. Conozco sus debilidades. Conozco sus puertas traseras. Puedo conseguirle el código fuente completo.

Se recostó en su silla, dejando que la oferta flotara en el aire.

—¿Y cuál es su precio? —preguntó Valeria, aunque temía la respuesta.

—Cien millones de pesos.

La cifra la dejó sin aliento.

No le dio detalles. Sabía que no debía hacerlo.

—Necesito fondos. Para "investigación y desarrollo".

Se arrodilló a su lado, tomando su mano entre las suyas.

—Confía en mí, Ale. Solo una vez más. Esta vez, no fallaré.

Alejandro la miró. Vio la desesperación en sus ojos, pero también vio un reflejo de su propia necesidad de venganza.

Quería una victoria. Necesitaba una.

Y estaba dispuesto a pagar cualquier precio por ella.

Tomó un largo sorbo de su whisky.

—¿Cuánto?

Valeria contuvo la respiración.

—Ciento cincuenta millones.

Él asintió lentamente.

Sacó su teléfono e hizo una llamada a su director financiero.

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