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La Genio Anónima: Mi Esposo Firmó el Divorcio Sin Saber Quién Soy romance Capítulo 168

Valeria Campos hizo una pausa dramática, dejando que el silencio amplificara el peso de sus próximas palabras.

Recorrió el auditorio con la mirada, deteniéndose por un instante en la última fila, aunque no podía distinguir los rostros en la oscuridad. Sabía que Camila estaba allí. Y eso hacía que el momento fuera aún más dulce.

Inhaló, saboreando su triunfo.

—Durante demasiado tiempo, una sola empresa ha monopolizado la conversación sobre el futuro de la inteligencia artificial. Nos han dicho que su camino es el único camino.

Levantó la barbilla, su voz resonando con una confianza absoluta.

—Hoy, esa era ha terminado.

Se giró, señalando la brillante arquitectura del código en la pantalla gigante detrás de ella.

—El futuro no es de Axon AI.

Una sonrisa radiante iluminó su rostro.

—El futuro es nuestro.

El auditorio estalló.

La ovación fue atronadora, una ola de sonido que sacudió los cimientos del edificio. La gente se puso de pie, aplaudiendo con un fervor casi religioso.

En la primera fila, Luis Campos y Ángela Solís lloraban abiertamente, sus rostros llenos de un orgullo abrumador.

Alejandro Alcázar se puso de pie, liderando la ovación. Su aplauso era fuerte, decidido. La sonrisa en su rostro era la de un rey cuya reina acababa de ganar una batalla decisiva.

Valeria se quedó en el centro del escenario, bañada por la luz de los reflectores, absorbiendo la adoración. Hizo una reverencia, una y otra vez. Era su momento. Lo había conseguido.

Justo cuando estaba a punto de bajar del escenario, un movimiento en la parte de atrás del auditorio captó su atención.

La ovación comenzó a flaquear, reemplazada por un murmullo de confusión.

Un hombre se había levantado de su asiento en la última fila.

Todos los ojos estaban fijos en las dos figuras en el escenario. Valeria, pálida y congelada en su pose de triunfo. Y David, de pie a unos metros de ella, alto e inmóvil como una montaña.

Finalmente, él habló.

Su voz era tranquila, casi conversacional, pero cada palabra fue amplificada por el sistema de sonido, llenando cada rincón de la sala.

Miró directamente a Valeria.

—Una presentación fascinante, señorita Campos.

Hizo una pausa, dejando que la tensión se acumulara hasta un punto casi insoportable.

—Realmente revolucionaria.

Sus ojos, fríos como el hielo, no se apartaron de los de ella.

—Solo tengo una pequeña corrección técnica que hacer, si me lo permite.

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