La sonrisa de Valeria Campos se resquebrajó, convirtiéndose en una máscara de pánico mal disimulado.
—No creo que este sea el momento ni el lugar, señor Romero —dijo, intentando recuperar el control.
David la ignoró por completo. Se giró para dirigirse a la audiencia silenciosa y atónita.
—El código que acababan de ver es, en efecto, brillante —dijo, su voz era tranquila, pero resonaba con una autoridad inquebrantable—. Tan brillante que mi empresa, Axon AI, lo desarrolló hace dieciocho meses.
Un jadeo colectivo recorrió el auditorio.
Los periodistas se inclinaron hacia adelante, sus dedos volando sobre sus teclados.
En la primera fila, el rostro de Alejandro se endureció, sus ojos se entrecerraron en una expresión de incredulidad furiosa.
—Sin embargo —continuó David, sin inmutarse—, la versión que la señorita Campos ha presentado no es la original.
Su mirada se posó en Valeria, fría y despiadada.
—Es una copia robada. Y una defectuosa, me temo.
Valeria dio un paso atrás, como si la hubieran golpeado.
—¡Eso es una mentira! ¡Es una calumnia! —gritó, su voz temblando.
—¿De verdad? —replicó David. Metió una mano en el bolsillo de su saco y sacó un pequeño control remoto, no más grande que la llave de un auto.
—Ustedes ven un código. Yo veo un lienzo. Y como todo gran artista, el creador de esta obra dejó su firma.
Levantó el control remoto.
—Permítanme mostrarles la firma del verdadero artista.
Presionó un botón.
En la pantalla gigante, superpuesta sobre las elegantes líneas del código que Valeria acababa de presentar, algo comenzó a materializarse.
La pantalla gigante parpadeó y cambió. El logo de Axon AI desapareció, reemplazado por una videollamada entrante.
El rostro severo y universalmente reconocible del Dr. Benjamín Reyes llenó el auditorio.
Su mirada era de un desprecio glacial.
Habló, y su voz, amplificada por el sistema de sonido, fue una sentencia de muerte.
—Como supervisor del proyecto original, "Cuántico", puedo confirmar que el código presentado hoy por la señorita Campos es una versión robada e inestable de un prototipo que mi equipo y yo desarrollamos en Axon AI.
Hizo una pausa, sus ojos parecieron clavarse en Valeria a través de la pantalla.
—Es un código infantil, lleno de fallos. Es inútil. Y en una aplicación del mundo real, es peligrosamente inestable.
La conexión se cortó.
La imagen del Dr. Reyes desapareció, dejando solo el silencio atronador y el rostro congelado de Valeria Campos en el escenario.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Genio Anónima: Mi Esposo Firmó el Divorcio Sin Saber Quién Soy