El eco de las palabras del Dr. Benjamín Reyes resonó en el silencio atronador del auditorio.
La imagen del profesor desapareció de la pantalla, pero su sentencia de muerte seguía flotando en el aire.
Valeria Campos, de pie en el escenario, era una estatua de hielo, su rostro una máscara de horror congelado.
Alejandro, en la primera fila, estaba a punto de moverse, de subir al escenario para sacarla de allí, pero una voz lo detuvo.
La voz del Dr. Reyes, de nuevo en los altavoces. Su videollamada no había terminado.
Su rostro severo llenó la pantalla una vez más. Su mirada no estaba en Valeria. Estaba clavada en la cámara, como si se dirigiera a cada persona en la sala, a cada espectador en el mundo.
—Pero el verdadero crimen aquí no es el robo —dijo, su voz era un trueno silencioso—. El verdadero crimen es la ignorancia.
Hizo una pausa, permitiendo que el peso de sus palabras se asentara.
—La señorita Campos y sus patrocinadores han intentado robar una obra de arte sin siquiera saber el nombre del artista.
El silencio en el auditorio era absoluto. Ni una sola persona se movía. Nadie respiraba.
La mirada del Dr. Reyes se intensificó, un fuego helado ardiendo en sus ojos.
—Que quede claro para todos en esta sala y en el mundo.
El momento se estiró hasta el punto de ruptura.
—Solo hay una persona en este planeta con el genio para concebir y escribir "Cuántico".
Levantó una mano, como si estuviera a punto de revelar el secreto del universo.
—Y esa persona no es otra que mi alumna y la verdadera arquitecta de Axon AI, la señora Camila Elizalde.
En la parte de atrás del auditorio, David Romero, que había estado esperando este momento, se movió.
Tomó prestada una pesada cámara de noticias de un camarógrafo atónito y encendió su potente foco.
Un haz de luz blanca cortó la penumbra del auditorio, viajando por el pasillo central, pasando por encima de las cabezas de la multitud congelada, hasta que encontró su objetivo.
El foco iluminó a Camila.
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