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La Genio Anónima: Mi Esposo Firmó el Divorcio Sin Saber Quién Soy romance Capítulo 173

La mansión de la familia Campos, que días antes había sido el escenario de un triunfo arrogante, ahora era una tumba.

El aire estaba impregnado de un silencio gélido, roto solo por los gritos de Luis Campos.

—¡Nos has arruinado!

Estaba de pie en medio de la sala, su rostro congestionado por la furia. Valeria estaba sentada en un sofá, encogida, pálida y temblorosa.

—¡No solo perdimos dinero, perdimos credibilidad! ¡Esa mujer te usó de cebo y caíste como una novata!

—¡Yo no lo sabía, papá! ¡El código parecía perfecto!

—¡El mundo de los negocios respeta los resultados, no las caras bonitas! —rugió él, su voz resonando en las paredes de mármol—. ¡Camila Elizalde te está haciendo quedar en ridículo! ¡A ti y a toda esta familia!

Señaló a su hija con un dedo tembloroso.

—Necesitas una victoria propia, Valeria. Algo que demuestre que eres más que la amante de Alejandro Alcázar.

Valeria se levantó de un salto, las lágrimas corrían por sus mejillas.

—¿Y qué se supone que haga? ¡Él la expuso! ¡El Dr. Reyes la llamó un genio delante de todo el mundo! ¡Estoy acabada!

Corrió escaleras arriba y se encerró en su habitación, dejando a su padre maldiciendo en la sala.

Se arrojó sobre su cama, los sollozos sacudían su cuerpo. Su mundo, tan cuidadosamente construido, se había derrumbado en menos de veinticuatro horas.

Su teléfono sonó.

Era un número desconocido. Lo ignoró.

Volvió a sonar, insistente.

Finalmente, contestó, su voz era un hilo de rabia.

—¿Qué?

—¿Señorita Campos?

La voz al otro lado era tranquila, masculina y profesional.

—Mi nombre es Damián Ferrer. Soy abogado.

—No necesito un abogado —espetó ella.

—Creo que sí.

Hubo una pausa. La calma del hombre era desconcertante.

—Sé que no nos conocemos, pero tenemos un enemigo en común. Camila Elizalde. Ella me arruinó. Y ahora la ha humillado a usted. Yo puedo ayudarla a devolverle el golpe.

—¿Una víctima?

—Exacto. Tiene que distanciarse de él, públicamente y de inmediato.

Le bosquejó el plan con una eficiencia escalofriante. Convocar una rueda de prensa. Llorar. Acusar a Alejandro de haberla manipulado, de haberla presionado para presentar una tecnología que ella creía legítima.

Pintarse a sí misma como una mujer joven y ambiciosa, engañada por un hombre poderoso y sin escrúpulos.

—La prensa se lo comerá —concluyó el abogado—. Pasará de ser la villana a ser la heroína trágica. El público la amará.

Valeria lo escuchaba, horrorizada y fascinada a la vez.

¿Traicionar a Alejandro? ¿Al hombre que le había dado todo?

Pero, ¿qué le quedaba ahora? Su sueño de ser la señora Alcázar se había evaporado. Su reputación estaba en ruinas.

El instinto de supervivencia, frío y afilado, se apoderó de ella.

La lealtad era un lujo que ya no podía permitirse.

Miró al abogado, sus ojos ahora secos y llenos de una nueva y terrible determinación.

—¿Cuál es su precio?

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