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La Genio Anónima: Mi Esposo Firmó el Divorcio Sin Saber Quién Soy romance Capítulo 3

A las nueve de la mañana del lunes, Camila Elizalde entró en el imponente edificio del Consorcio Alcázar en San Pedro Garza García.

La gente la saludaba con respeto, aunque con una pizca de confusión en sus miradas. La esposa del CEO rara vez visitaba la oficina.-

Ella ignoró a todos, su rostro una máscara de serena determinación. Tomó el elevador privado hasta el último piso.

La oficina de Alejandro era un mundo aparte, un santuario de poder y lujo minimalista.

Javier, el asistente ejecutivo de Alejandro, se levantó de su escritorio al verla.

—Señora Alcázar, qué sorpresa. El señor Alcázar se encuentra en Nueva York.

Javier era un hombre eficiente y discreto. Siempre la había tratado con una cortesía impecable.

—Lo sé, Javier. No vengo a verlo a él. Vengo a verte a ti.

Su tono era tranquilo, pero firme. Dejó una carpeta delgada sobre el escritorio de Javier.

—Esta es mi carta de renuncia.

Javier parpadeó, sorprendido.

—¿Señora? Usted no… usted no trabaja aquí formalmente.

Camila sonrió, una sonrisa sin alegría.

—Tengo un puesto de “asesora” en el departamento de filantropía, ¿recuerdas? Un puesto que tu jefe creó para mantenerme ocupada. Renuncio. Es efectiva de inmediato.

El asistente abrió la carpeta. Dentro había una sola hoja, impresa y firmada. Era simple y directa.

Se quedó sin palabras. Sabía que la relación del matrimonio era fría, pero esto era un paso drástico.

—¿Debo informar al señor Alcázar de esto? —preguntó, con cautela.

Camila lo miró directamente a los ojos.

—Haz lo que consideres correcto.

Sabía perfectamente lo que Javier haría. Alejandro le había dejado claro a todo su personal, en más de una ocasión, que los asuntos de su esposa eran triviales y no debían molestarlo con ellos.

—Gracias por todo, Javier.

Se dio la vuelta y se marchó, dejando al asistente con la carta en las manos.

Javier observó su figura desaparecer en el elevador. Después de un momento de vacilación, archivó la carta.

No, no molestaría al señor Alcázar con esto. Tenía órdenes claras.

Una sonrisa genuina, la primera en mucho tiempo, se dibujó en el rostro de Camila.

—Hola, David. Sigo viva.

—¡Milagro! ¿A qué debo el honor? ¿Tu marido por fin te dejó usar el teléfono para llamar a viejos amigos?

Camila ignoró el sarcasmo. Conocía bien a David Romero, su antiguo socio y mentor.

—Te llamo por negocios. Necesito un favor. Escuché que el Tech Summit es la próxima semana aquí en la ciudad.

—Sí, el evento del año. No me digas que quieres venir.

—No solo quiero ir. Quiero un pase de expositor. Axon AI todavía tiene un stand, ¿verdad?

Hubo un silencio al otro lado de la línea. Un silencio cargado de sorpresa y emoción.

—Siempre lo tendrá, Cami. Es tu empresa tanto como mía. ¿Esto es lo que creo que es?

Camila miró por la ventana, hacia las luces de la ciudad que comenzaban a encenderse.

—Consígueme el pase, David. Es hora de volver al trabajo.

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